Buscando en el baúl de los recuerdos... como decía la canción y gracias a la inestimable colaboración de mi hermano Íñigo, que era quien tenía una cámara de fotos por aquel entonces, queda inaugurada una nueva sección:
Aquellos maravillosos años
Se trata de recordar los lejanos tiempos en los que nos iniciamos en las actividades montañeras, apelar a la nostalgia, echar unas risas con las pintillas que nos gastábamos y acabar exclamando aquello de: "Hay que ver cómo pasa el tiempo".
Corría el mes de septiembre de 1991 y aún no recuerdo por qué, Íñigo, el hermano mayor, que ya tenía 18 años, nos llevó a Jorgito, a Yaguito y a mí a la montaña, concretamente a Hoyamoros, en la Sierra de Béjar.
Calzados con zapatillas de deporte y envidiando para nuestros adentros las botas de montaña de nuestro hermano mayor, salimos de Candelario y remontamos la pista y luego el caminín hasta llegar al Cascanueces, la peña que aparece en la siguiente foto.
Obsérvese mi peinado, por entonces, tenía 17 años, quería dejarme el pelo largo pensando que ligaría más. Razón no me faltaba porque ligar menos era imposible. Con Jorgito, que tendría 12 años, y Yaguito, de 9 años, formábamos una buena expedición.

Poco a poco, llegamos hasta el refugio en el que pasaríamos la noche siguiendo siempre las instrucciones de nuestro hermano mayor, que para eso era el responsable de todos nosotros ante nuestros padres.
Jorgito y yo posamos aquí en una bonita estampa. Al fondo empezaba a verse el cambio de tiempo que nos aguaría la jornada siguiente.

Tras pasar la noche contando chistes y alguna que otra historia de miedo, como la del ogro del culo negro, a la mañana siguiente amaneció lloviendo. A pesar de ello salimos hacia arriba, queríamos dar la vuelta al circo por el Torreón y bajar después por el Calvitero, pero al final tuvimos que darnos la vuelta.
Obsérvese, la mochila de hierros y la indumentaria técnica que llevábamos, ni Goretex ni leches.