Pero fue imposible. Sin visibilidad, sin mapa, sin conocer bien el terreno y, por supuesto, sin criterio ninguno, decidimos darnos la vuelta antes de seguir mojándonos más. Eso sí, no sin estar un par de horas deambulando y jugando al frontón con nuestra necedad que nos hacía golpearnos una y otra vez contra el muro que nos separaba de nuestra cumbre. Vaya metáfora, si la viera mi profesora de lengua, seguro que me quitaba ese cinco que... bueno, eso no viene al caso.
Con la amarga sensación de la derrota, esa vieja conocida, descendimos. Pero fue entonces cuando tomamos la segunda decisión acertada de la jornada (la primera había sido darnos la vuelta y no hacer más el capullo): entrar a cenar en el albergue La Ardilla Real, en Santa Marina de Valdeón. Habíamos pasado por allí la noche de nuestra llegada donde, a pesar de las horas que eran, nos sirvieron un colacao calentito. Para nuestra sorpresa y satisfacción celebraban unas jornadas gastronómicas de productos de la zona y nos metimos entre pecho y espalda unas patatas con jabalí y unas truchas de campeonato.
Además, los amables chicos que regentaban el albergue nos explicaron por dónde había que subir a la Peña Bermeja y así, con el estómago lleno, unas cervezas en el torrente sanguíneo y ganas de volver a intentarlo nos fuimos a dormir a la furgoneta.
A la mañana siguiente, las cervezas y la pantagruélica cena nos jugaron una mala pasada y no nos despertamos lo que se dice muy pronto, otra de nuestras habituales cagadas, por cierto. Afortunadamente, las indicaciones recibidas la noche anterior nos llevaron directos hacia la brecha por la que teníamos que ir, conocida como el Vallejón de las Horcadas.
Igual que el día anterior, la vista a nuestra espalda era magnífica, con las nubes volando sobre las cumbres.
También tuvimos suerte porque encontramos unas huellas de esa misma mañana que seguimos en la dirección correcta temiendo que en cualquier momento las nubes nos cerraran a nosotros el paso...
...pero lo único que hicieron fue aumentar la belleza de nuestra ascensión mientras recorríamos las Lleras de Pambuches.
La última parte nos ofreció imágenes como ésta, que por lo menos sirve para decir que parece el Himalaya y, así, impresionar a las chicas.