viernes, 18 de mayo de 2007

Deambulando por Picos al filo de lo impresentable

Una vez concluido el relato de nuestra patágonica gesta, es hora de volver a las montañas de por aquí. Y qué mejor manera de hacerlo que dando una alegría a los cientos de miles de admiradores de la sección Al filo de lo impresentable que tantos buenos momentos nos ha hecho pasar a grandes y pequeños.
La historia que sigue a continuación tuvo lugar en el Puente de la Constitución de 2004, cuando andábamos haciendo como que nos preparábamos para nuestro viaje al Hielo Sur. Lo que allí estuvimos haciendo durante tres días fue, ¿cómo explicarlo? Lo mejor es que lo veáis vosotros mismos en
Deambulando por Picos al filo de lo impresentable
Todo empezó con unas conversaciones telefónicas entre Mr.Churches, mi hermano Jorgito y yo sobre nuestro destino en el puente, mis ganas de estrenar algo de material y la excusa de entrenarse un poco para lo del Hielo. Al final, decidimos ir a los Picos de Europa y con base en Posada de Valdeón, hacer todas las ascensiones que pudiéramos, aunque con un objetivo principal subir a la Torre Bermeja.
Y ya desde ese mismo momento empezamos a cagarla. Yo estuve mirando mis mapas y guías de la zona y decidí llevarme la parte del Macizo Central donde aparece la Torre Bermeja, mientras que Andrés se bajó de Internet una ruta que subía a la Torre Bermeja desde Soto de Valdeón.
Por la noche, llegamos a este pueblo con la furgoneta de Jorgito, donde dormimos bien juntos pero no revueltos. Fue a la mañana siguiente cuando comprobé una vez más mi estupidez al ver que mi mapa no nos servía para nada porque la ruta que Mr.Churches se bajó de la red era para la Torre Bermeja, 2.400 metros, Macizo Occidental y no para la Torre Bermeja, 2.598 metros, Macizo Central. ¡Dicotomía onomástica yo te maldigo!
En fin, que después de desayunar mirando cómo las nubes iban y venían sobre nuestro objetivo: definitivamente la Torre Bermeja del Occidental, también llamada Peña Bermeja, empezamos a caminar.
A nuestra espalda, el sol empezaba a despuntar sobre el collado de Pandetrave y a iluminar las cumbres de los Urrieles ofreciéndonos unas estampas tan bonitas como ésta.

Pero en la montaña no siempre es todo bonito, no señor. Definitivamente se nos metió la niebla. A pesar de ella, subimos hasta llegar al paredón en el que teníamos que buscar un paso denominado el Sedo del Gato, que era la ruta que traía Andrés impresa en unos folios.
Pero fue imposible. Sin visibilidad, sin mapa, sin conocer bien el terreno y, por supuesto, sin criterio ninguno, decidimos darnos la vuelta antes de seguir mojándonos más. Eso sí, no sin estar un par de horas deambulando y jugando al frontón con nuestra necedad que nos hacía golpearnos una y otra vez contra el muro que nos separaba de nuestra cumbre. Vaya metáfora, si la viera mi profesora de lengua, seguro que me quitaba ese cinco que... bueno, eso no viene al caso.

Con la amarga sensación de la derrota, esa vieja conocida, descendimos. Pero fue entonces cuando tomamos la segunda decisión acertada de la jornada (la primera había sido darnos la vuelta y no hacer más el capullo): entrar a cenar en el albergue La Ardilla Real, en Santa Marina de Valdeón. Habíamos pasado por allí la noche de nuestra llegada donde, a pesar de las horas que eran, nos sirvieron un colacao calentito. Para nuestra sorpresa y satisfacción celebraban unas jornadas gastronómicas de productos de la zona y nos metimos entre pecho y espalda unas patatas con jabalí y unas truchas de campeonato.
Además, los amables chicos que regentaban el albergue nos explicaron por dónde había que subir a la Peña Bermeja y así, con el estómago lleno, unas cervezas en el torrente sanguíneo y ganas de volver a intentarlo nos fuimos a dormir a la furgoneta.

A la mañana siguiente, las cervezas y la pantagruélica cena nos jugaron una mala pasada y no nos despertamos lo que se dice muy pronto, otra de nuestras habituales cagadas, por cierto. Afortunadamente, las indicaciones recibidas la noche anterior nos llevaron directos hacia la brecha por la que teníamos que ir, conocida como el Vallejón de las Horcadas.

Igual que el día anterior, la vista a nuestra espalda era magnífica, con las nubes volando sobre las cumbres.

También tuvimos suerte porque encontramos unas huellas de esa misma mañana que seguimos en la dirección correcta temiendo que en cualquier momento las nubes nos cerraran a nosotros el paso...
...pero lo único que hicieron fue aumentar la belleza de nuestra ascensión mientras recorríamos las Lleras de Pambuches.

La última parte nos ofreció imágenes como ésta, que por lo menos sirve para decir que parece el Himalaya y, así, impresionar a las chicas.

La impresión fue increíble al llegar al Collado de Pambuches. Parecía que allí se acababa el mundo.

Lo que realmente se nos acababa era el tiempo. En diciembre y habiendo salido tarde, si continuábamos hacia la cima corríamos el riesgo de que se nos echara la noche encima, algo poco recomendable. Así que, fin de trayecto: Peña Bermeja 2-The South Face 0.

Volvimos a La Ardilla Real a llorar nuestras penas, a cenar como dios manda y a echarle un poco la culpa al "empedrao", como se suele decir y, a la mañana siguiente, emprendimos el regreso a casa. Como no nos levantamos muy tarde, nos paramos en una cuneta del puerto de Pandetrave para poder darnos un último paseo por los Picos. En principio, queríamos llegar al collado de Chavida, bajo la Torre del Friero, que se ve allí arriba.
De camino, la Peña Bermeja se presentaba limpia de nubes en toda su magnitud y no pudimos por menos que recordarle que, lo que es para nosotros, ya tenía una equis, o sea que regresaríamos a saldar cuentas. Por cierto, dejad ya de reíros de mi pinta con los pantalones a lo James Stewart.
La verdad es que el tiempo acompañó y la subida estuvo bastante bien...

Al otro lado del collado, el viento soplaba con fuerza, lo que no nos impidió hacernos una foto con pose, que para eso había cargado yo con el trípode. Después comprobé en la guía que, desde allí, la subida hasta el Friero, cuya sombra se proyectaba a nuestros pies, no era ni muy larga ni muy complicada, pero visto que la cosa estaba porque no subiéramos nada, seguro que hubiera sido tontería intentarlo.

Con el sol ya cayendo enfrente de nosotros bajamos a buen ritmo, porque subir, lo que se dice subir, no subimos mucho, pero bajando somos unos verdaderos hachas.

Tengo que confesar que entonces hicimos el juramento casi sagrado de que nunca contaríamos a nadie nuestra torpeza en aquellos días. Pero con la perspectiva que da el tiempo y las posibilidades humorísticas que brinda la sección Al filo de lo impresentable no he podido resistirme.
Además, después de escribir esto se han reavivado mis deseos de venganza, así que, ¡prepárate Peña Bermeja, que vamos a por ti! Con todos nuestros respetos y su permiso, por supuesto.

viernes, 11 de mayo de 2007

Hielo Sur, Patagonia. Enero 2005. y 5ª Parte: Se acabó lo que se daba

La mañana siguiente no fue tan divertida para algunos como lo fue la noche y no voy a citar nombres para preservar la intimidad de las personas que, mientras no se demuestre lo contrario, es un derecho fundamental inherente al individuo.
Tras recoger el campamento y ligeros de equipaje, como decía el poeta, empezamos a andar. El material más pesado: crampones, botas de plástico, raquetas, tiendas de campaña, etc, lo llevaban en mulas, un pequeño lujo que agradecimos sobremanera en esta última etapa de
La Vuelta al Hielo Sur con Orejas
Al principio el camino discurría por un bonito bosque de lengas... El día era soleado, el sendero llanito, el paisaje inigualable y la compañía inmejorable, así que andábamos sin prisa y entonando viejas canciones campamentales. De vez en cuando algún arroyuelo se nos cruzaba añadiendo un pequeño aliciente a nuestra marcha.
Pronto el camino empezó a subir y nos permitió echar la vista atrás para ver al fondo, a lo lejos, el Paso del Viento, el Glaciar Túnel y el camino que habíamos recorrido aquella mañana.

Y un poco más arriba empezó otra vez el espectáculo, Al lado del Cerro Solo, emergió la fálica cumbre del Torre...

...y un poco más adelante, otra vez. Atraía como un imán nuestras miradas y nuestras cámaras de fotos. Que quede constancia de que estuvimos allí. Si Roy, el replicante de Blade Runner, vio "cosas que vosotros no creeríais" como "atacar naves en llamas más allá de Orión" y "Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser", nosotros vimos tormentas blancas sacudiendo las paredes del Cerro Torre, qué pasa.

Eso fue un rato, claro. Luego, otra vez el bosque...

...y ahora justo delante del Fitz Roy. Por cierto, que creo que cuatro chicos de Liverpool nos han plagiado descaradamente esta foto para la portada de un disco. Malditos rockeros...

Y, por fin, después de caminar todo el día, llegamos de vuelta a El Chaltén, de donde habíamos salido ocho días antes. Permitidme que me ponga profundo, pero creo que ya no éramos los mismos. Éramos un poco más viejos, un poco más sabios y un poco más felices.Lo primero que hicimos, casi sin quitarnos la mochila, fue tomarnos un helado. Después, al hostel a pegarse una ducha calentita y a dormir en una cama, dos pequeños placeres a los que no se suele dar importancia en la vida diaria.
Tras un día de descanso, que algunos empleamos en tirarnos a la bartola con dedicación de amanuenses, nos fuimos de excursión al Lago del Desierto. Viajecito en minibús, paseo en barco y los paisajes acostumbrados...

...incluso algún momento de especial sensibilidad. Creo que convertiré esta foto en uno de esos posters que incluyen una cita bíblica y que, por cierto, sólo he visto en los colegios de monjas.


Por la tarde, subimos a un otero desde el que tuvimos otras maravillosas vistas del Torre y el Fitz, de los que ya nos despedimos.


El viaje continuó con las visitas a los lugares no por más turísticos menos impresionantes, como el glaciar Perito Moreno. De verdad, hay que verlo, porque incluso yo, que de natural soy de verbo fácil y además he sido educado en las más exigentes escuelas del hemisferio septentrional, no soy capaz de describirlo.
De vuelta en Buenos Aires, tuvimos un día y medio para ver la ciudad. Por supuesto, nos acercamos a ver el barrio de la Boca...

...y rematamos la faena rindiendo pleitesía al Diego, con una visita a la mítica Bombonera, donde tantas glorias deportivas se gestaron.


Y eso es to... eso es to... eso es todo amigos. Así concluye de una vez por todas

La Vuelta la Hielo sur con Orejas

y continuaba diciendo aquello de: "lástima que terminó el festival de hoy, pronto volveremos con más diversiones..."

Pues eso, que espero que este relato haya sido del agrado de vuestras mercedes, porque era ésa y no otra la intención de este humilde montañero y contador de historias.

Sed buenos que la Virgen lo ve todo.

Por cierto, me he dado cuenta, tal vez demasiado tarde, de que en mi línea habitual de quedar como un impresentable no he mencionado a los compañeros argentinos en este viaje. El guía, Julián y los porteadores que llevaron la comida, las tiendas de campaña y en general el peso comunitario: Jordi, Santiago... vaya se me olvidan los nombres de todos. En fin, que muchas gracias por todo.

sábado, 5 de mayo de 2007

Hielo Sur, Patagonia. Enero 2005. 4ª Parte: El Paso del Viento

Después de unos ajetreados días por la capital palentina, por fin he sacado un hueco para continuar relatando el paseo que nos dimos por el Campo de Hielo Sur en lo que hasta la recién nacida infanta Sofía conoce ya como
La Vuelta al Hielo Sur con orejas
Nos habíamos quedado en el refugio de la laguna del Refugio, valga la redundancia, después de una jornada agotadora. Pues bien, a la mañana siguiente, calzados ya con la botas de trekking, aunque con las de plástico en la mochila, desandamos parte del camino recorrido el día anterior y tras una no muy larga, pero sí empinada subida, nos asomamos al Paso del Viento. Al otro lado nos esperaban unas vistas magníficas, con el Cerro Solo al fondo. Pero antes de seguir, la última foto con el Campo de Hielo a nuestras espaldas, por donde soplaba un fortísimo viento. El que le puso a este collado el nombre de El Paso del Viento no se estrujó mucho la cabeza, no.
A nuestra izquierda se abrían dos impresionantes glaciares: primero el de Quervain, que presentaba este laberíntico aspecto, repleto de azuladas grietas...

...más abajo, el glaciar Túnel. Hace no mucho los dos glaciares estaban unidos, pero el calentamiento global hizo retroceder tanto al primero que ahora entre ambos ha quedado esta laguna conocida como la del Guanaco. Nosotros caminábamos por la pedregosa pendiente de la derecha. Si podéis ampliar la imagen veréis que los puntitos negros son en realidad personas humanas, con sus orejas y todo.

No tardamos mucho en llegar hasta los pies del glaciar Túnel, el agujero de la parte inferior izquierda de la foto es por donde se cuela el río Túnel, que viene de la laguna del Guanaco y pasa por debajo de toda la masa de hielo.


Poco después nos subimos al glaciar por donde anduvimos en fila india, buscando el camino entre las grietas...

...su superficie estaba tan sucia que no hizo falta ni utilizar crampones, sólo un poco de cuidado.

Tras abandonar el glaciar y comer algo, llegó la parte más divertida de la jornada: franquear el río Túnel por medio de una tirolina.


Pero todavía nos quedaba un buen rato de caminata, bajar hasta la Laguna Toro y rodearla por la parte izquierda hasta llegar al campamento.
Allí, la empresa organizadora del trekking, nos había preparado una pequeña sorpresa, una cena a base de cordero, que supo a gloria bendita después de una semana comiendo pasta, arroz o polenta con la misma salsa antes de meterse en el saco. La sola visión de unas latas de Quilmes llenó nuestros ojos de lágrimas. Después, la ingesta de su contenido en dosis demasiado elevadas nos hizo alcanzar el estado de embriaguez hasta la fase de "Exaltación de la amistad", momento recogido en esta instantánea.

Prudentemente, algunos nos retiramos a tiempo, pero otros llegaron hasta el nivel de "Cánticos regionales"...

... y lo pagaron a la mañana siguiente con un bonito dolor de cabeza que les acompañó durante todo el día. Pero, como decía aquel libro: "...esa es otra historia", que será contada en la quinta y última parte de este folletín digital que ya tiene más adeptos que el en su tiempo afamado culebrón de Cristal.