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martes, 7 de febrero de 2012

Cotopaxi (5.897m): Qué extraño, subir a un volcán a pasar frío.

Viene de aquí

Un nuevo día amaneció, pero no era un día cualquiera, dos miembros de The South Face,  Martita y un servidor, Jorgito, tenían ante sí una de las más emocinantes empresas de sus nisias vidas: Coronar la montaña más emblemática de Ecuador.
El Cotopaxi, es uno de los volcanes activos más altos del planeta tierra y a su vez la segunda altura del país, sólo superado por El Chimborazo (6.310m). Nuestro plan original era subir los dos, pero con gran dolor de corazón y después de pensarlo mucho, descartamos ir al Chimbo, así que el Cotopaxi se convirtió en el objetivo principal de nuestra visita a las montañas de Ecuador.
Como casi siempre que se va de viaje sobran planes y falta tiempo.
No muy pronto nos pusimos en marcha, sin duda iban a ser un par de jornadas entretenidas pero la magnitud del reto no quitaba a Martita las ganas de hacer el payasete.


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Esto de Internet es la leche, con un clic las fotos viajan cincuenta años atrás en el tiempo


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Esta tiendita es el último lugar para abastecerse de agua, comida y cualquier otra cosa que se pueda necesitar. Martita, presa de un tormentoso drama interior, duda entre los Conguitos y los Peta Zetas


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Poco a poco vamos acercándonos y tomando conciencia de que este no es lugar para gallinas, las últimas vacas que osaron faltar al respeto al Cotopaxi componen ahora esta expresiva instalación.


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Con la humildad por bandera accedemos al Parque Nacional Cotopaxi por el valle de Limpiopungo. Extensos pajonales rodean lo que Von Humbodlt describió como "un cono perfecto, el más hermoso de todos los nevados"


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Esta vez Jaime conduce un Land Cruiser un poco más moderno que va ganando altura por las laderas del volcán


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Los tres últimos días, el Cotopaxi se mostraba despejado pero ahora algunas nubes se pegaban a su cara norte.


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Llegamos al parqueadero (4.600m) y comenzamos a preparar las mochilas


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Desde aquí la montaña adquiere una nueva dimensión. Sobrecoge pensar que estamos en un volcán activo, viene a mi cabeza la imagen de un gigante dormido y tres personitas andando de puntillas sobre su espalda nevada. A lo lejos el tejado amarillo del refugio nos indica hacia dónde dirigir nuestros pasos.


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Una vez preparados posamos felices y sonrientes, ahora empieza lo bueno. Algo más de 1.200 metros de desnivel nos separan de la cima.


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Martita y Jaime dan los primeros pasos por el sendero pardo de ceniza


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El Refugio está cerca, más o menos una hora a paso muy lento, distraidos abreviamos el camino.


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Miro atrás y presencio esta escena. Son los guardas del refugio que ganan metros para hacer más sencillos los porteos. Con una maniobra propia de los Duke de Hazzard aparcan el coche y llaman a Jaime, que desanda lo andado para ayudarles.


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Como ir al Eroski pero a 4.700 metros, rápidamente nos alcanza y entre todos llevamos las bolsas.


Los asiduos recordarán que en el descenso de el Illinizas norte explicamos a Jaime algunos de los fundamentos de la filosofía nisia y anticipé que una gañanada mayúscula le hizo comprender tan complejos conceptos.


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¿Veis esa cara de imbécil que tengo?, pues esa no es nada comparada con la que se me quedó poco después de la foto cuando retomamos el camino y me asaltó la reveladora imagen de unos crampones perfectamente encintados en el mostrador del albergue. Lo había vuelto a hacer, una vez más ¡¡¡ME HABÍA OLVIDADO LOS CRAMPONES!!! Y digo una vez más... recordad


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A voces, se lo dije a Jaime que marchaba un poco por delante. No se lo podía creer... supongo que varias opciones pasaron por su cabeza: Volver al albergue a por ellos, clavarme el piolet en la frente, darme una patada en el culo y ponerme en órbita... Finalmente, decidimos subir rápido al refugio y preguntar a los guardas si tenían algún par de sobra. Por fortuna, así fue y gracias a Jaime y a los chicos del refugio todo quedó en un ejemplo claro de lo que se entiende por "estar en la parra"


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Tras tan penoso acontecimiento Jaime, mientras preparaba un buen guisote, parece pensar:
¿Con qué clase de mandriles me estoy metiendo al monte?


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En breve las ganas de diversión y jodienda nos volvieron a embargar


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Las brumas se difuminaron y nos permitieron admirar la hermosura de esta cumbre, aprovechamos este lindo instante para encomendarnos a los astros con la esperanza de que las nubes no nos acompañasen mañana.


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Una vez alojamos el guisote de Jaime en el buche, a eso de la seis de la tarde, nos metimos al saco. Acordamos levantarnos a las 23:30 para ponernos a andar media hora más tarde. Como suele ocurrir cuando intentas dormir en estos casos, te sumerges en un extraño duermevela donde se suceden imágenes inconexas y bucles de pensamientos mezclados con la emoción y los nervios. Me recuerda a cuando eres pequeño y no duermes porque al día siguiente en el cole te van a llevar de excursión a la fábrica de tabletas de chocolate. No sé para vosotros, para mí estas noches son parte de los momentos mágicos y misteriosos que ofrece la montaña.


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A las 23:30 nos levantamos sin apenas dormir. El viento sopló fuerte toda la noche haciéndonos intuir que el clima había empeorado, los caretos de entre sueño y preocupación son un poema. Como también suele ocurrir en estos casos, hay que obligarse a desayunar.


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Sumidos en un mar de dudas nos disfrazamos de montañeros y posamos justo antes de echarle un par y salir.


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Definitivamente, los astros no nos escucharon. El viento soplaba con fuerza, una fina niebla nos envolvía y hacía un frío de cojones. A paso lento, en silencio oyendo nuestra respiración fuimos ganando altura hasta donde empezaba el glaciar, donde nos encordamos. Martita conserva la sonrisa momentos antes de encarar la gigantesca grieta, un pequeño laberinto de seracs y muros de hielo que componen uno de los momentos clave de la ascensión. Gracias a Jaime y su conocimiento de la montaña superamos los pasos sin mayor problema.


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La temperatura de unos 20 bajo cero y mis congelaciones pasadas me hacían pensar que quitarse las manoplas para hacer fotos no era una gran idea, esto unido al hecho de ir encordados, propició que a partir de aquí las fotos escaseen.


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La ventisca no daba tregua y la sensación térmica helaba el corazón, fijaos como la ropa empieza a teñirse de blanco


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Después de seis horas progresando a buen ritmo entre tinieblas amaneció. Un momento mágico y conmovedor que aportó a la cordada nuevos bríos al intuir la cima cerca.


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Un belga y su guía ecuatoriano descansan a pocos metros de la cumbre dando forma a esta serena estampa


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Si esto fuera una viñeta de Forges se titularía:
Prueba de agudeza visual: encuentre las siete diferencias con el Yeti


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Tras casi siete horas llegamos a la cumbre, el sentimiento de felicidad no cabía en el pecho. Desde hace años sentíamos el Cotopaxi como una montaña imantada que nos atraía y ahora estábamos en su cima. Nos abrazamos a tres bandas y nos dimos la enhorabuena, también dimos las gracias a Jaime.


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En teoría cuando llegas aquí esto es lo que se ve, también se deberían divisar el Antisana, el Cayambe, el Chimborazo y demás cimas.


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En nuestro caso con mucha imaginación intuímos un poco el cráter, pero ver, lo que se dice ver... poco.

Martita estaba radiante de felicidad pero tenía la cara morada, temimos que tuviera principios de congelación. En ese momento cautivos de la emoción no reparamos en el detalle de que es de Miranda de Ebro y atesora la fortaleza y el espíritu de lucha que ha hecho famoso el Mirandés. La cosa finalmente quedó en agua de borrajas.


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No exagero si digo que allí no se podía estar. No se veía nada y el viento te tiraba al suelo. Al estar parados, el frío te acuchillaba. Sacamos unas pocas fotos hasta que la cámara se empaño y decidimos emprender el regreso.


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Bajamos rápido y sin parar, el mal tiempo persistía y el cansancio comenzaba a notarse. Llegamos de nuevo a la grieta, la luz tenue de la mañana confería a la brecha un aspecto fantasmal.


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Lentamente, acompañados por los amenazantes crujidos del hielo, fuimos penetrando en la pálida maraña de seracs y agujeros infinitos. Seguimos los sabios pasos de Jaime que nos condujeron a la salida por un camino distinto al que tomamos hace solo unas horas


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Mucho más abajo dejamos atrás las nubes mientras el solillo se esforzaba por salir. El refugio y el parqueadero a lo lejos acompañan los últimos pasos del descenso


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Finalmente llegamos al refugio a eso de las diez de la mañana. Sin que sirva de precedente apartamos la cerveza y brindamos con un buen vino chileno que trajimos para la ocasión. Fue una pequeña sorpresa para Jaime a modo de agradecimiento por su profesionalidad y su simpatía.
Es lo que tiene pertenecer a The South Face, se nos podrán olvidar los crampones pero nunca el vino, eso no se olvida. Nisios hasta el fin.

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lunes, 30 de enero de 2012

Laguna Quilotoa (3460m) : el Cotopaxi (5.987 m) aguarda...

Viene de aquí

Tras las exitosas ascensiones al Pasochoa (4.200m) y al Illinizas Norte (5.126m) tocaba jornada de descanso para afrontar con garantías el asalto al Cotopaxi. El destacamento de The South Face en el Ecuador (Martita y Jorgito) se enfrentaba ahora a una disyuntiva: Quedarse en el albergue vagueando al sol y haciendo un poco el canelo o buscar una actividad y aprovechar el día.
Cerca en el espacio, que no en el tiempo, se encontraba la laguna Quilotoa (3460m) y dado que el canelo se puede hacer en cualquier sitio, decidimos acercarnos a dar un paseín y ver que se cocía por allí. Solo había que coger un par de buses y listo. Con premonitorio nombre nos espera el autobús que nos llevará de Latacunga a Zumbahua


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Aquí las esperas son frecuentes, siempre te dicen "Ahoritita sale el bus señor", pero en realidad ni los más sabios del lugar pueden adivinar cuando arrancará. Mientras, me entretengo fotografiando el ambiente, dos señoritas con sus elegantes sombreros por aquí...


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Y el Cotopaxi por allá.


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Lo de dos buses y listo en teoría pinta muy bien, en la práctica la carretera estaba en obras y el trayecto se va a hacer muy largo


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En las alturas las mujeres con sus ponchos dan colorido a las verdes y frías montañas


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Tras cuatro horas de bus llegamos a Zumbahua donde se celebra este animado mercado


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Y finalmente a Quilotoa (3914m). Aquí el tiempo transcurre despacio y sus gentes se lo toman con calma, a nosotros en cambio nos falta tiempo para ir a asomarnos detrás de ese chamizo


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El sopor de las horas de bus se esfuma abrumado por tanta belleza. La laguna Quilotoa descansa en el fondo de un inmenso cráter, sus aguas verde esmeralda dibujan un recuerdo imborrable. Es un sitio sobrecogedor, uno de esos que te hacen sentirte pequeñito. Los lugareños nos cuentan que no tiene fondo, pero los geógrafos estiman que tiene unos 250 metros de profundidad. Nosotros, por supuesto, creemos a los paisanos. Desde el borde, la laguna no parece estar muy lejos, unos 400 metros de desnivel y un sendero nos indica el camino de bajada, así que ¡¡¡al agua patos!!!


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Pedimos a dos chicos que venían en el bus que nos hagan una foto


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Resultan ser unos suizos bastante colgaos a los que acaban de robar la cámara de fotos y nos piden que les mandemos algunas. Juntos, de charleta, comenzamos el descenso, vienen desde Colombia y nos cuentan que allí por donde van les bautizan como "Suizos locos", están dando la vuelta al mundo y parecen pasarlo pipa. Entre risas pasamos por este pasillo tan molón.


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Martita presa de la emoción haciendo el moñas


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Y los suizos como unas castañuelas haciendo honor a su apodo


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pero también tienen su coranzoncito y se ponen sensis


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En poco más de media hora llegamos a la orilla


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la quietud del agua, las montañas y el solillo lo llenan todo, es fácil quedarse embobado.


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Un grito me saca de mi letargo, cuando vuelvo la vista, los suizos locos no se lo han pensado y disfrutan de un placentero baño. El agua está fría de verdad y dicen que es salada.


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Un posadete porque nosotros lo valemos


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No sabemos a que hora es el último bus de vuelta así que decidimos regresar, estamos a casi 4000 metros y seguro que éstas rampas nos hacen sacar la lengua.


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Los suizos locos cuales sherpas subiendo descalzos


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Tras una hora de esfuerzo estamos de nuevo arriba, donde hacemos otra foto de esta singular muchachada


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El espíritu nisio vuela libre como el cóndor


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y como no podía ser de otro modo, unas birras bien frescas sellan nuestra recién estrenada amistad


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mientras, las horas lentas siguen marcando el ritmo en Quilotoa


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En total ocho horas de autobús para tres horas gozando como animalillos. Seguro que hay a quien no le salen las cuentas, pero como los suizos, los nisios estamos un poco locos y claro que merece la pena.


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Justito para la cena llegamos de nuevo al albergue donde Valeria, una italiana simpática, invitó a los presentes a mojitos para celebrar su cumple, nosotros preferimos otra birra. Con el corazón blandito nos vamos a la cama, mañana nos aguarda el Cotopaxi


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