domingo, 24 de enero de 2010

Casetón de Ándara. Raquetada... ¡por fin!

Para variar este invierno, las previsiones no eran muy buenas pero decidimos seguir el aforismo montañero de que "hay que salir al monte aunque haga bueno". Tras diversas llamadas a diversos miembros de The South Face Extreme Nisio Team, al final sólo pude reclutar a Luis, el cuñao, que últimamente se apunta a todas. Como el vive en Oviedo, quedamos en Unquera y a ver qué se podía hacer. A eso de las nueve de la mañana jarreaba en toda la cornisa cantábrica, así que empezamos a conducir hacia el interior para ver si en algún valle no entraban mucho las nubes. Llegamos a Panes, pasamos bajo Peñamellera, llegamos a Arenas de cabrales, seguimos hasta Poncebos y de allí hasta Sotres decididos ya a aparcar en el Jitu de Escarandi a dar un paseo por el Macizo Oriental. Aquí por lo menos, la lluvia se había convertido en nieve, más cómodo para andar y la temperatura era de cero grados. Así que el plan era caminar hasta que la pridencia, el mal tiempo, el cansancio o todo junto nos mandara dar la vuelta.

Allá vamos, entre pitos y flautas, son casi las once de la mañana pero, por fin estrenamos las raquetas de nieve esta temporada. Después de un par de intentos nisios de hacer una raquetada, véase el intento número uno por Alto Campoo y el intento (si es que puede llamarse así) número dos por la Sierra del Brezo.

No hacía mucho frío y sólo de vez en cuando pasábamos por alguna zona donde el viento molestaba un poco. La visibilidad, bueno, pues ya veis como estaba el tema...

Detrás de nosotros salió esto grupito de esquiadores que foqueando, foqueando nos iban ganando terreno...

...la verdad es que yo (para variar) no iba muy fino, en este vídeo se me oye resoplar un poco...

...los esquiadores no tardan en adelatarnos, allá van.

Así, en algo más de hora y media, llegamos al Casetón de Ándara. La verdad es que en Picos, al menos en esta parte hay un paquetón de nieve de órdago. Mirad la vagoneta minera que está sobre el arco de entrada. Esta vez pasamos por encima. Nada que ver con la última vez que estuve por aquí, fue con Raquel, me subí a la Pica del Mancondiú y luego dimos toda la vuelta hasta el refugio. Si pincháis aquí podéis ver el contraste entre el invierno y el verano.

Ahí llega Luis al refugio, donde los esquiadores estaban tomándose un descansito.

Nosotros también entramos, comimos un poco de chocolate y de fruta y, tras dejar todo limpio como una patena, decidimos volvernos al coche. Caminar con las raquetas me había abierto dos considerables ampollas en los talones y además tampoco estaba yo mucho por la labor de seguir sufriendo por ahí.

Así que nada...

Allá va Luis, cuesta abajo apenas me duelen las ampollas, así que en seguida me reúno con él y hacemos un descenso rapidito, sobre todo para entrar en calor, que al final, en el refugio nos quedamos un poco fríos. Es que había 3,5º, eso dentro.

Como bajamos a ritmo y la verdad no había nada que fotografiar, pues nada, en unos tres cuartos de hora llegamos de nuevo al Hito de Escarandi o Jitu Escarandi, como prefieran vuesas mercedes, y venga, para casa...

...eso sí, antes paramos en Sotres en el bar del hotel rural Peña Castil donde dimos cuenta de una tabla de quesos, perdón, corrijo, de media tabla de quesos, porque eso es media tabala, que incluía, ¡cómo no! el Cabrales y el Gamoneu, todo ello regado con unas Mahous de las grandes...

...a la salud de ustedes, queridos lectores.

Aunque el camino hacia el refugio de ándara no tiene pérdida, ya que puse en marcha el GPS, pues nada, que coloco por aquí el mapita de wikiloc. Y si quieres descargarte el track, pincha aquí.

lunes, 18 de enero de 2010

¿Ascensión al Pico del Fraile? No, paseo nisio por la Sierra del Brezo

The South Face Extreme Nisio Team está cada vez más desperdigado. Pero las obligaciones profesionales de sus miembros nunca son obstáculo para acometer nuevas ascensiones. En esta ocasión, había que coordinar a Jorgito y Pere (Valladolid), el mítico cuñado Luisete (Oviedo) y un humilde servidor (Torrelavega). Tirando de trigonometría, finalmente quedamos en Cervera de Pisuerga donde, tras comernos unos pinchos de tortilla en el Sevillano, nos juntamos para ir hasta el santuario del Brezo, objetivo: el Pico del Fraile. Las previsiones meteorológicas no eran del todo buenas, muy nublado, chubascos esporádicos... De momento, debido al estado de la carretera tuvimos que dejar el coche a menos de un kilómetro del santuario.

Debido a las distancias que había recorrer, no quedamos muy pronto, el café y la tortilla nos demoraron otro poco, el desplazamiento hasta el santuario, pertrecharse, etcétera, etcétera... total que nos pusimos a caminar pasadas las once de la mañana. Sin problemas, en el libro de David Atela, 50 Montañas de la Cordillera Cantábrica ponía que se tardaban algo más de dos horas.

Al principio el ritmo era bueno, pero pronto nos dimos cuenta de que, una vez más, habíamos hecho el nisio pero bien. Nos dejamos las raquetas en el maletero del coche. Lo de siempre: "no, si no está tan mal", "las raquetas son un coñazo"... además, yo recordaba la salida del pasado domingo...

...en fin, que cuando nos dimos cuenta, ya no era plan de darse la vuelta para ir a buscarlas al coche. Es ese momento en el que, irremisiblemente, te entra la risa floja.

Se avecinaba una excursión dominguera en toda regla, menos mal que llevábamos todo el material necesario: piolet y barra de pan.

Íbamos dejando ya abajo el Santuario de la Virgen del Brezo. Aquí en septiembre se monta una romería en las que se juntan miles de personas, pero ahora no había nadie.

Parecía que el sol quería asomarse por entre las nubes, pero sólo fue un espejismo, la niebla nos acompañó durante todo el día.

Ahí viene Pere, no íbamos juntos al monte desde la ya mítica Expedición Ramafloja al Atlas, demasiado tiempo, compañero, demaisado tiempo.

La nieve estaba cada vez más pesada, así que dejábamos al cuñado que abriera huella, en esto, como en todo, la experiencia es un grado, amigos.

La visibilidad era cada vez menor, pero de momento no había problemas, sólo había que seguir la pista hasta la ermita del Cristo de la Sierra. Luis en cabeza...

...y Jorgito cerrando el grupo.

Ya queda menos para el collado donde está la ermita...

...cuando aparecieron estos quads. los tíos iban con una sonrisda de oreja a oreja, se lo estaban pasando como críos. Me sorprendió que avanzaran sin problemas con ese manto de nieve.

Luis y Pere se acercaron a inspeccionar la ermita...

...y tras echarle un vistazo a la guía y al mapa, continuamos abriendo huella por donde la intuición y la interpretación de las palabras del libro y el entorno nos dieron a entender. Subimos un poco...

...y avanzamos por esta pista...

...yo sigo practicando con mi cámara nueva...

...y por fin vemos algo. Las nubes levantan un poco y estas peñas se dejan ver. Poco sospechábamos entonces que acabaríamos desplegando la bandera del Bar Llamas sobre su cúspide.

Poco después llegamos a un collado con cruce de caminos. Paramos a comer un poco de chocolate y unos frutos secos y continuamos casi sin pensar. Pero a los pocos metros vimos como la pista descendía y recordando que en la guía ponía "sin perder ni ganar altura", decidimos dar la vuelta y seguir por otro lado. Además, en la guía ponía que desde aquí ya se veía la cumbre del Pico del Fraile, pero claro, eso iba a ser difícil. Así que fuimos remontando esta ladera, mejor ganar altura que perderla, pensábamos...

...por encima de la línea del bosque y bajo las peñas fuimos ascendiendo con la nieve por el muslo en ocasiones...

...hasta que coronamos un collado...

...la bajada hacia el otro lado era pronunciada. Intuíamos que el Pico del Fraile estaba justo enfrente, pero no veíamos nada. Estuvimos situándonos con el mapa, el altímetro, el gps (en el que no puedo cargar mapas) y, más o menos, dedujimos nuestra posición. Eran pasadas las tres de la tarde. Con la nieve en ese estado (y sin raquetas) íbamos muy despacio y continuar hacia donde posiblemente estuviera el Pico del Fraile podría suponer meternos en un jaleo más gordo como que se nos hiciera de noche o que nos perdiéramos definitivamente porque en estos momentos no estábamos perdidos, era sólo que no sabíamos muy bien dónde estábamos. Que no es lo mismo.

Así que tomamos una sabia decisión.

La verdad es que la imagen tiene su carácter alpino, si no fuera porque estamos subiendo a una cota de 1.780 metros sin nombre en mitad de algún sitio en la Sierra del Brezo. Si nos hubiera acompañado Vidal, el montañero más esgallero de Barrio Sésamo, que se conoce esto como la palma de la mano... pero el pobre estaba lesionado. ¡A recuperarse!

Los últimos metros de la ascensión se pusieron relamente extremos...

...mirad, mirad a Pere dándolo todo en este paso de mixto.

En fin, que como tenemos menos vergüenza que sentido de la orientación, pues no tuvimos reparos en hacernos la foto de cima en este lugar. Con la promesa, eso sí, de regresar clamando venganza y/o justicia.

Lo mejor del día, eso sí, estaba aún por llegar. En un alarde de dominguerismo, que para eso era domingo, yo saqué la barra de pan y el cuñado hizo lo mismo con una tortilla de patatas que había hecho su mujer, a la sazón mi hermana. Con un poco de embutido ibérico de Salamanca aquelllo era una auténtica merendola campestre de la que dimos buena cuenta. Sólo nos faltaba la bota de vino, otro error imperdonable. Mientras comíamos, oteábamos continuamente entre la niebla para ver si se abría un claro que nos pudiera ayudar a orientarnos...

...pero nada. Así que, prudentemente dedicimos volver sobre nuestros pasos. Bueno, Pere hizo una variante más extrema.

Bregamos con la ladera hundiéndonos otra vez hasta el muslo y retomamos la pista, en la que las huellas de los quads, nos facilitaban la marcha.

Llegamos al collado sobre el santuario, que todavía no vemos...

...ahora sí lo vemos.

Pere sacia su sed en la fuente...

...y sin más cruzamos enfrente de la puerta del santuario y llegamos al coche.

Ya en Villafría de la Peña, el pueblo que hay abajo, se cumplieron las previsiones y la Ley de Murphy. Las primeras decían que hacia la tarde se abrirían claros en el cielo y la segunda, bueno, todos sabemos lo que dice la segunda ¿no?

Cuando descargué el track puede comprobar sobre el mapa nuestro error. Efectivamente el camino que cogimos y que parecía bajar, rodeaba la peña que subimos, y nos hubiera encarado directamente con la ladera de los Picos del Cueto y del Fraile que, en cualquier caso, no vimos en toda la tarde. Bueno, ya volveremos.

viernes, 15 de enero de 2010

Everest 1996, Anatoli Bukreev y G. Weston DeWalt

Ficha: Anatoli Bukreev y G. Weston DeWalt. Everest 1996. Crónica de un rescate imposible. (The Climb. Tragic ambitions on Everest). Editorial Desnivel. Madrid. 2003. 312 páginas. ISBN: 978-84-8996-921-6.

Se trata de la versión de Anatoli Bukreev sobre la tragedia que sucedió en el Everest en 1996 cuando una fuerte tormenta soprendió a varias expediciones comerciales en la cima. Bukreev era guía de una de ellas.
Este libro está escrito en respuesta a la versión publicada por Jon Krakauer, primero en un reportaje para la revista Outside y después en el libro Mal de Altura. Como decía en la reseña anterior esperaba completar el relato de los hechos con el relato del alpinista kazajo y así ha sido.
Por supuesto, no voy a entrar en polémicas sobre quién de los dos tiene más parte de razón. Más que nada, porque no soy yo nadie para hablar de ello sin más información que la que aportan estas dos visiones de lo sucedido. Lo mejor es que cada uno lea los dos libros y saque sus propias conclusiones.
Sólo un par de detalles. No me parece que, como se ha dicho, Krakauer deje a Bukreev como "el malo de la película".
Si Mal de Altura me lo leí en tres tardes, con éste me ha sucedido lo mismo. La primera parte se me ha hecho más larga, pero cuando ha llegado a los momentos cruciales he vuelto a devorar páginas. Eso a pesar de que la prosa de Everest 1996, no es tan buena como la del otro libro. Se nota que Krakauer sabe escribir y estructura la narración de modo más atractivo. El hecho de que las palabras de Bukreev en el libro sean muchas veces meras transcripciones de conversaciones le da, eso sí, un estilo más directo y claro.
Lo que no me ha gustado es el modo de G. Weston DeWalt de poner adjetivos en plan heroico, Está claro que el libro quería contrarrestar la imagen negativa de Bukreev que pudira derivarse de la obra de Krakauer, pero en ocasiones suenan exagerados, todo ello, por supuesto, sin quitarle ni un ápice de mérito a lo que hizo el alpinista kazajo.
Por último me parece muy interesante el artículo que Galen Rowell escribió en el American Alpine Journal y que se reproduce al final del libro, no podría estar más de acuerdo con su visión sobre la tragedia y sobre la posterior polémica que generó.

Recomendado: Una vez más repito la recomendación anterior: "Pues para todos los que cada vez que alguien hace una cima de ochomil metros, le resta importancia o no le da el valor adecuado, para todos aquellos que alguna vez han dicho aquello de que "hoy en día el Everest lo sube cualquiera, sólo hay que pagar", para que recuerden las verdaderas dimensiones de estas montañas y la cantidad de vidas que se han cobrado ya". Y añado: para los que hayan leído la versión de Krakauer para que completen su visión de lo sucedido.
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miércoles, 13 de enero de 2010

Mal de Altura, Jon Krakauer

Ficha: Jon Krakauer. Mal de Altura (Into thin air). Editorial Desnivel. Madrid. 2008. 368 páginas. ISBN: 978-84-9829-145-2.

Clásico e imprescindible libro que no debe faltar en la biblioteca de cualquier buen montañero. En él, el escalador y periodista Jon Krakauer narra la tragedia que tuvo lugar en el Everest en mayo de 1996 cuando una fuerte tormenta sorpendió en la cima a varias expediciones comerciales. Krakauer se había enrolado en una de ellas para escribir un reportaje para la revista Outside.
La historia de lo que sucedió es conocida no ya dentro del mundo del alpinismo, sino también, fuera de él, debido al impacto que produjo en la sociedad este suceso. Tal vez porque yo ya sabía algo de aquello he tardado más en decidirme a leer el libro, que de hecho llevaba en una estantería más de un año. Sin embargo, lo empecé y en apenas tres tardes de lectura ya lo había terminado.
Primera conclusión: el libro engancha. Y lo hace a pesar de que uno pueda conocer el final e incluso parte del desarrollo de los acontecimientos.
La verdad es que Krakauer escribe bien, al menos este tipo de libros que es lo que yo he leído. "Hacia rutas salvajes" me sorprendió y me enganchó por igual. Sabe dosificar la acción y la reflexión sobre los hechos, los datos periodísticos que dan peso a su relato con fragmentos más literarios que pueden hacer al lector olvidarse por momentos que está ante una historia real.
El resultado es una narración espeluznante fundamentada en un buen trabajo periodístico y contada con una sinceridad absoluta.
De hecho, su publicación, en 1997, produjo una fuerte polémica, sobre todo, tras la aparición de otro libro, "Everest 1996. Crónica de un rescate imposible", en el que Anatoli Bukreev, prestigioso alpinista ruso que también vivió aquella tragedia puesto que trabajaba como guía para una de las expediciones comerciales, contaba us versión de lo sucedido. Lo estoy leyendo en estos momentos, así que cuando lo termine colocaré por aquí la reseña.
Recomendado: Pues para todos los que cada vez que alguien hace una cima de ochomil metros, le resta importancia o no le da el valor adecuado, para todos aquellos que alguna vez han dicho aquello de que "hoy en día el Everest lo sube cualquiera, sólo hay que pagar", para que recuerden las verdaderas dimensiones de estas montañas y la cantidad de vidas que se han cobrado ya. Sí, ya sé que es la misma recomendación que la anterior reseña, pero es que en este caso me ha parecido aún más apropiada.
Si quieres leer un capítulo pincha aquí y cuidado, ¡que engancha!
Si no tienes librería de cabecera puedes comprarlo aquí

lunes, 11 de enero de 2010

"Raquetada" por Alto Campoo: Las Cervalizas. Pues yo creía que una raquetada era otra cosa...

Parecía que el domingo el temporal, la ola de frío polar, vamos lo que toda la vida ha sido el invierno, daba una tregua. Los compañeros del rocódromo, unas simpáticas gentes que se hacen llamar "Los Arañones", decidieron organizar una raquetada y sin pensármelo dos veces me apunté. A ver si me quito el mono de monte. Tras unas idas y venidas de correos electrónicos se decidió ir a Alto Campoo, a la zona de La Lomba. Así que, tras varios retrasos, nos juntamos una buena muchachada, ya los iréis conociendo. Una vez más, mi propósito era múltiple: como ya he dicho quitarme el mono de monte, pero además estrenar mi cámara nueva y, por supuesto, seguir con mi demostración empírica de que todos llevamos un nisio dentro.
Empezamos a caminar desde Riaño por una pista que había limpiado una quitanieves, el día había salido magnífico, aunque con -6º al salir. Yo no tenía ni idea de a dónde íbamos, pero bueno, con seguir a los arañones, mirad que tropa, con perro y todo, si parecemos Los Cinco o Los Siete Secretos o Los Hollyster, que para mí eran todos iguales.

Nos alejamos de la carretera donde los esquiadores suben hacia Alto Campoo. Allí está el Cuchillón.

Pronto se acaba la pista y seguimos un presunto sendero en el que, al menos hay huella abierta. Entre lo bajo de forma que estoy y lo que tardo en aclararme con la cámara nueva, a ver si me leo las instrucciones, cuando quiero sacar una foto me quedo un poco atrás, así que ésta será una imagen habitual para mí durante toda la jornada y ya aviso que no será corta.

Hemos salido pasadas las diez y media, una hora bastante nisia por cierto, pero los arañones patean a buen ritmo, esto les puede restar unos valiosos puntos en la evaluación final. Seguimos la huella y, de momento, no nos ponemos las raquetas...

...la verdad es que siguiendo esta trinchera, que no huella, y en el estado de la nieve, tampoco hubiéramos adelantado nada.

Caminamos remontando el río por zona umbría curiosamente, Jordi me cuenta que el perro se llama Ubac, que en catalán quiere decir ubago, zona de sombra.

La verdad es que el sitio es bonito, bonito y la nevada es importante...

...los árboles están así de guapos.

Vale, ya sé dónde estamos, el paraje en cuestión se llama Las Cervalizas. Interesante acumulación de nieve sobre el cartel. Y Jordi que parece un personaje del Mario Bros

Otro árbol sugerente...

...y otro más, éste con agujero para el gnomo y todo...

...y otro, éste sobre el cortado en plan árbol del ahorcado, y fijaos en como cuelgan los carámbanos...

Ahí está Pili, una de mis mentoras en el rocódromo, probando la consistencia del hielo, creo que en u momento dado escuché la palabra drytooling y todo.

Justo después cruzamos el puente. Yo acaba de preguntar:"¿Hasta dónde vamos a portear las raquetas en la mochila?". La respuesta fueron unas risas generalizadas. Pero so yo hablaba en serio, creía haber entendido que esto era una raquetada..

En fin, continuamos y voy comprobando que estos arañones también emplean la técnica Düffler para atravesar la maleza...

El camino está siendo duro, pero bonito también. Poco a poco me voy apañando con la cámara y voy soltando el todo automático.

Á falta de cumbre, aquí hay una foto de grupo. Falta Edu Simal, el fotógrafo, que es de los que juegan en otra liga, iba abriendo huella y nos dejaba atrás. De izquierda a derecha: Pili, Jordi, Edu, yo mismo, JAP y Mario.

Ahora íbamos ganando altura por el hayedo...

...Pili me sacó esta foto bien concentrado en no salirte de la huella, porque al hacerlo, te hundías hasta el corvejón.

Poco a poco el grupo se iba disgregando.

Pili, Edu y Mario se van a ver no sé que cascada, pero yo, la verdad no tengo el cuerpo para dar rodeos y sigo. EduSimal dice que en cuanto salgamos a la pista que hay en el fondo del valle todo irá mejor. Mira, ahí va Nilo, ¡anda!, pero si en la foto de grupo faltaba Nilo...

En una pendiente un poco más dura nos reagrupamos. La foto es de EduSimal...

...y por fin, salimos a la pista. Ahí me retrata Edu en pleno esfuerzo.

Y la pista es esto, Sí más llanito pero con cerca de un metro de nieve en algunos tramos...

Efectivamente, los más observadores se habrán dado cuenta de que seguimos llevando las raquetas a la chepa, Edu probó a ponérselas en esta parte, pero se resignó a la evidencia, demasiada nieve y demasiado reciente.

Llegamos a esta cabaña, son más de las tres de la tarde y estamos en el punto más alejado, o sea, a mitad de camino...

...paramos a degustar diversas viandas, incluso un caldito reparador, que llevaba EduSimal, otro de mis pacientes profesores particulares del rocódromo.

Se hace tarde y hay que continuar. ahí va Edu abriendo huella como una locomotora, creo que fue la última vez que lo vi antes de llegar al coche. Nos dijo, "nada, nada, subimos esa loma y luego es todo bajada, a las cinco y veintisiete llegamos". Nisia predicción, he de decir.

Bueno, tal vez él sí que hubiera llegado a esa hora, no tardó nada en hacernos esta foto...

La nieve estaba cada vez más pesada, ¿o eran nuestras piernas?, y esto no paraba de subir...

La tarde iba cayendo y, como en el Tour de Francia, se fue haciendo la selección, diversos problemas físicos en el grupo fueron ralentizando nuestro ritmo...

...hasta que, por fin, ahora sí, ya era todo bajada hacia el valle de Campoo, al fondo veíamos las luces de Reinosa.

Al llegar a este pueblo, Mazandrero, ya era de noche y todavía quedaban dos kilómetros hasta el coche. La primera salida que hago con estos arañones y ya me hacen sentirme como en casa, pero ¡qué buena gente!

Al llegar al coche no pude por menos que reconocer las incontestables aptitudes para hacer el nisio, calcular mal el tiempo de la ruta y volver de noche, cargar con las raquetas a la espalda todo el día... grandes, muy grandes. Se ganaron su camiseta y un ejemplar de mi libro.

El compañero Nilo ha subido la ruta a wikiloc, si quieres repetirla, que parece que en primavera u otoño puede ser muy bonita y menos dura pincha aquí. Al final salieron algo más de 15 kilómetros y más de ocho horas y media de pateo.