domingo, 25 de noviembre de 2007

Coriscao 2 - The South Face 0.

Sí amigos, habéis leído bien. El Coriscao se ha convertido en nuestra Némesis. Dos intentos, dos fracasos. La próxima vez vamos a intentarlo en verano, con una expedición internacional y montando campamentos de altura.
Aquí está nuestro anterior intento por si a alguien le apetece hurgar en la herida:
Pero bueno, igual que el sábado, se trataba de empezar a pisar nieve y darse una vuelta por las montañas. A la ya mítica cordada formada por mi hermano Jorgito, Mr.Churches y un servidor, se unió una vez más Jorge, el cuñaaaaaoooo de mi hermano, que todos ustedes recordarán de la famosa ascensión al Tesorero de la pasada primavera.
El caso es que llegamos a San Glorio sobre las nueve y media y la cosa no pintaba mal. La duda era si remontar por las laderas de la foto, donde si nadie lo remedia pronto habrá unas pistas de esquí que nos impedirán subir, y acercarse al Robadoiro y si había mucha suerte un poco más allá... ...o subir andando la carretera hasta el collado de Llesba e intentar llegar al Coriscao. Como se puede comprobar hicimos esto último.
La subida era tranquila, no hacía mucho viento y para entrar en calor estuvo bien.
Además, las vistas al valle de Liébana eran de postal.
De repente, ¡ahí va la órdiga, un oso!
¿Sólo dos horas hasta el Coriscao? Pues vamos para allá.
Con alguna que otra parada técnica y el viento empezando a soplar.

Como nos conocemos, en esta ocasión decidimos degustar nuestra habitual ración de escobas al principio, no siendo que más tarde se nos atragantara...
Y luego enfilamos la cresta en la que la ventisca era a ratos bastante a tener en cuenta...
Pero ya que habíamos salido, aprovechamos para sacar unas horas de actividad, como dirían los que entienden de esto. Primero hacia arriba...
...y luego hacia abajo, recorriendo la cresta.

Llegados a este punto, después de algo más de dos horas andando y con la ventisca que no daba tregua, paramos bajo estas paredes para decidir si seguíamos haciendo el tontobobo y probando la eficacia de nuestros goreteses o nos dábamos la vuelta...
He aquí la respuesta:


sábado, 24 de noviembre de 2007

¡Ya llegó la nieve! Estreno en el Valdecebollas

Bueno, pues con este repor declaro oficialmente inaugurada la temporada invernal. Los partes meteorológicos anunciaban nieve para el fin de semana y como el mono era muy grande, nos fuimos hacia el Norte. El Sr. Navarro y un servidor salimos de Palencia pasadas las siete de la mañana con la intención de ir a la zona del Valdecebollas, en la vertiente palentina de lo que sería la estación de esquí de Alto Campoo, en Cantabria.
Llegando a Barruelo de Santullán caía aguanieve y las nubes cerraban el cielo. En Brañosera ya estaba nevando y cuando cogimos el desvío en dirección al Golobar aquello ya era una nevada en condiciones. Tanto, que el coche de Navarro se puso a patinar en una pendiente y después de quemar rueda un rato decidimos dejar el vehículo a un lado y empezar a andar desde allí y a ver hasta dónde llegábamos.
El reportaje de esta jornada está basado sobre todo en vídeos, ya que las condiciones no eran las mejores para la fotografía, pero en cambio, una pequeña película da una mejor idea de la ventisca en la que nos metimos. Por esto mismo tampoco pongo un clip de música, mejor escuchar el viento.

Total, que empezamos a andar siguiendo la carretera. Tiempo teníamos y en caso de que la cosa se pusiera muy mal, la bajada tampoco tenía pérdida. Así, fuimos caminando a buen ritmo contra la ventisca para entrar en calor. Y la verdad es que entramos en calor. Bueno, menos un pequeño apéndice de mi cuerpo que empezaba a dolerme del frío. No, no era un dedo. No, tampoco era la nariz. Era el cirulo. Sí amigos qué dolor en la punta del pijo. Hasta llegué a plantearme darme la vuelta en ese instante. Vale que uno pueda perder una falange del dedo meñique izquierdo para conseguir la Norte del K-2 en solitario, pero perder unos centímeros de pene por un paseo a ninguna parte... ¡ni harto a petit suisses!

Bueno, tras practicarme un suave y casto masaje, la cosa fue a mejor y llegamos hasta el refugio de La Collada. Emblemático lugar de la zona famoso por sus alubias blancas y su chuletón de potro, entre otros manjares.

Como decía Forrest, Forrest Gump, ya que habíamos llegado hasta allí, decidimos continuar hacia el refugio de El Golobar. La nevada era ahora intensa, pero la zona estaba protegida del viento y se caminaba muy a gusto.
No tardamos en llegar al lugar en el que un desprendimiento cortó la carretera hace... hace... hace mucho tiempo. Y así seguirá hasta que la autoridad competente decida arreglarlo.
En unos tres cuartos de hora desde La Collada llegamos a ese sin par monumento a la incompetencia, la idocia y la mediocridad de nuestros políticos que es el refugio de El Golobar. A un iluminado se le ocurrió hacer aquí una estación de esquí y se hizo un bonito proyecto. Comenzó a levantarse el chalet para cafetería y demás servicios y poco después se dieron cuenta de que en esta zona, orientada hacia el Sur, efectivamente cae nieve, pero se va en dos días. Total, que la obra se dejó a medias y se dejó ir a la ruina sin buscarle otra utilidad. Eso sí, previamente alguien ya se había embolsado su dinero por el proyecto, las obras y demás telares. Como diría Forges: "¡País!"
Al poco abrigo del edificio, comimos algo y nos animamos para seguir en dirección al Valdecebollas. Conozco bien el sitio y a pesar de la niebla no había pérdida, así que salimos diciéndonos aquello de: "Bueno, hasta donde lleguemos".
A medida que ganábamos altura la ventisca se hacía más fuerte. Hasta que, a pocos metros de llegar al collado el viento era más que importante.
Segundos después del vídeo anterior, a unos 2.000 metros de altura, nos dimos la vuelta. Sabia decisión. Pisar estaba cada vez más delicado y la ventisca iba a peor. Al fin y al cabo, habíamos estado subiendo unas tres horitas y habíamos hecho 600 metros de desnivel. Nada mal para el día de perros que nos tocó. Así que, para abajo.
Acabábamos de tomar esta decisión cuando de entre la ventisca aparecieron cuatro tipos, los de la solitaria furgoneta que habían en el aparcamiento de La Collada, que nos dijeron hola y tiraron para abajo con ganas. Nos fuimos detrás intentando no perderlos de vista aunque a veces desaparecían en cuestión de segundos.
La bajada fue rápida y sin contratiempos. Saludamos a Mario, el de La Collada, decidimos dejar la alubiada para otro día, pero al llegar a Aguilar de Campoo nos pasamos por el Cortés donde nos metimos unos huevos fritos como Dios manda entre pecho y espalda, que bien merecidos los teníamos. Y a falta de una foto de la cima, aquí va una foto de la isotónica pitanza.
Y mañana más...

miércoles, 21 de noviembre de 2007

"Mi vida al límite", Reinhold Messner y Thomas Hüetlin

Mi Biblioteca de Montaña
Ficha: Reinhold Messner y Thomas Hüetlin. Mi vida al límite. Ediciones Desnivel, Madrid. 2005. 212 páginas. ISBN: 84-9829-000-7.

Acabo de terminar de leer este libro y he decidido inaugurar una nueva sección en el blog. En ella irán apareciendo las reseñas de los libros de montaña que voy leyendo, por si a alguno le apetece tener en cuenta mi opinión, que es muy buena porque es la mía.

Lo primero que hay que decir de este libro es que tiene formato de entrevista. Messner va repasando su "vida al límite" a través de las preguntas del periodista Thomas Hüetlin, del semanario alemán Der Spiegel.

La verdad es que aunque en principio recelaba de este formato, al final me ha parecido bien porque a veces, el periodista interroga a Messner con preguntas muy directas y le lleva a contar cosas que, de otro modo, a lo mejor no hubiera contado.

Así, el mítico alpinista cuenta desde cómo empezó a escalar en las montañas que había cerca de su pueblo hasta su experiencia en el Parlamento Europeo como eurodiputado por Los Verdes. También habla de su experiencia con el yeti, de su travesía de la Antártida a pie o de sus museos de la montaña.

Aunque tiene muchas palabras que dan que pensar sobre la montaña y la vida en general, a mí, personalmente me ha gustado este párrafo. No sé, que un tipo que lo ha logrado todo en el alpinismo, diga esto anima:

"Y es que, al fracasar, descubrimos nuestras limitaciones. Por eso el fracaso es una experiencia más intensa que el éxito. Coronar la cumbre significa que lo has logrado, nada más; con ello desaparece el objetivo. Con el fracaso, el objetivo permanece."

Tal vez lo más interesante del libro sea cuando narra la ascensión al Nanga Parbat en la que perdió la vida su hermano Günther, sobre la que tanta polémica ha habido. Messner la zanja contando de forma pormenorizada e incluso cruda lo que sucedió.

Si no como relato de sus grandes ascensiones, este libro sirve muy bien para conocer a Messner como hombre, las inquietudes que le han movido en su vida, el porqué de su tan criticado carácter orgulloso o huraño.

La verdad es que cabezota el tío es un rato, pero supongo que si no fuera así nunca hubiera logrado lo que logró: subir al Everest sin oxigeno, convertirse en el primero en coronar los catorce ochomiles... en definitiva revolucionar el montañismo tal y como se entendía en su época.

Recomendado para aquellos a los que este tirolés del sur, como él mismo se declara, les caiga antipático; tal vez lleguen a comprenderle y también para los mitómanos porque la figura de este grande entre los grandes no les decepcionará.

Si te ha picado el gusanillo, aquí puedes leer un capítulo gratis:
http://desnivel.com/editorial/images/capitulos/ediciones_desnivel_mi_vida_al_limite.pdf
Y si te ha enganchando y no tienes como yo un librero de cabecera, lo puedes comprar aquí:
http://www.edicionesdesnivel.es/fichalibro.php?id=978-84-9829-000-4

lunes, 12 de noviembre de 2007

Paseo por Las Batuecas

Sin duda, esta excursión es más bonita escuchando al viejo Neil...



De pequeño tenía un profesor que solía decirme: "que estás en Las Batuecas", una expresión bastante salmantina que se utiliza para amonestar al alumno distraído, del estilo de "estás en Babia" o "estás en la inopia". Pues bien, este sábado estuve en Las Batuecas, un bonito valle situado justo en la frontera con Cáceres, un poco más allá de la Sierra de Francia.
Junto con el inefable Miguel Ángel Camacho y los Belloso Brothers nos dimos un paseo por este precioso valle para ver sus agrestes paisajes, su flora, su fauna y sus pinturas rupestres, que haberlas haylas.
En el aparcamiento nos dimos cuenta de que no estaríamos solos, pero también sabíamos que en cuanto nos alejáramos un poco de la ruta más conocida perderíamos a la gente.
Al principio el camino discurre paralelo al curso del río Batuecas, que da nombre al valle...


...y al monasterio de San José de Las Batuecas, cuyos muros hay que bordear. Es un lugar de retiro espiritual muy apreciado. Creo que el mismísimo Buñuel se instaló aquí cuando rodó su famoso documental de Las Hurdes, que están aquí al lado. El camino recorre bonitos parajes, como este puente de piedra...

...y lleva en poco tiempo hasta una vieja carbonera, construida para ilustrar una de las actividades tradicionales de los habitantes del valle.

En un momento cogemos un poco de altura sobre el cauce del río que se va encajonando.

Volviendo la vista atrás se ven los roquedos entre los que circula el río.

Al llegar a este lugar, donde las encinas crecen en medio de una pedrera hay que cruzar el río para poder ver las primeras pinturas rupestres.
Casi todas están protegidas por rejas, ya se sabe que la ignorancia es muy osada y no es la primera vez que algún cafre daña estos restos prehistóricos...
...que aquí se pueden ver con detalle: ¿eso es una cabra o un langostino?, nos preguntábamos atónitos. Bueno, vale que no está bien reírse de los pobres hombres paleolíticos que no están aquí para defenderse.
Este lugar con pequeños saltos de agua y pozas tiene su magia.
Otro aliciente de la excursión fueron los madroños que tenían sus frutos a todo color, si llego a saber hacer mermelada u orujo me llevo dos kilos para casa.
En lugar de seguir hacia la cascada de El Chorro, que intuimos tendría poca agua, decidimos volver un poco sobre nuestros pasos para tomar un camino que parece que no pero tiraba para arriba lo suyo. Nos dirigíamos hacia La Paya y el Payón, donde hay más pinturas rupestres.
Ese corte horizontal en la roca es la gruta en la que están las pinturas, ya solo queda un ratito de subida...
...ya está un poco más cerca...
...un esfuercito más...
...y ya estamos, con una vista magnífica de todo el valle

Efectivamente estaba cerrado con un candado. La última vez que vinimos pudimos pasar, pero ésta nos quedamos con las ganas. Eso sí, disfrutamos del paseo (dos horitas tranquilamente) vimos acebuches, robles, madroños, acebos... buitres, cabras monteses... incluso a este mamífero devorando a su presa, pobre empanada de chorizo.

El camino de vuelta igual, pero cuesta abajo, más gente y para terminar la jornada, el viaje de regreso a Salamanca escuchando un CD de chistes de Eugenio. Para no olvidar, oiga.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Ascensión a Peñalara con bocata de tortilla

Importantes asuntos me llevaron este fin de semana a la capital del reino ineludiblemente. Sin embargo, lejos de amilanar mi ánimo, aproveché la ocasión para sumar una nueva ascensión a mi currículum montañero valedera por añadidura y además por partida doble para nuestro último reto: 50 provincias-50 montañas.
Se trata de Peñalara, que con 2.428 metros es la cima más alta de dos provincias, la de Segovia y la de Madrid, con lo que matamos dos pájaros de un tiro. Ahí es nada.
Por una vez en la vida y sin que sirva de precedente, la excursión ganó en nivel estético gracias a que Raquel, mi santa esposa, quiso acompañarnos a Mr Churches y a mí.
Así que, a las nueve de la mañana salimos de Madrid, donde Mr.Churches nos había dado posada, y fuimos a buscarle ala estación de autobuses de Segovia, a la que llegaba procedente de Valladolid. Todo un ejercicio de logística, desde luego.
En la cafetería de la estación compramos unos bocadillos de tortilla porque según nuestra información esta ruta así lo merecía. Por esta razón y no por otra y gracias a la inventiva e imaginación de Mr.Churches, este foto-reportaje se ha dado en llamar
Ascensión a Peñalara con bocata de tortilla
(Dos pájaros de un tiro en el reto 50 provincias-50 montañas)
El caso es que nos subimos hasta el puerto de Cotos y sobre las 12,10 horas empezamos a caminar.


El camino ascendía suavemente entre pinares y el día, soleadito, acompañaba a la perfección. Te arrimas tú mucho a mi señora, Andrés...

Poco a poco se va cogiendo altura y los pinos dan paso a vegetación arbustiva en una zona hace tiempo ocupada por unas pistas de esquí y ahora felizmente recuperadas.

Al llegar a una de las revueltas del camino, un mirador nos permitió contemplar por primera vez nuestro objetivo del día. Al fondo, Peñalara. En primer plano, Andrés en una de sus habituales poses. Como sabía que la verdadera protagonista del día iba a ser Raquel, pues se esforzaba en ofrecer su mejor perfil, que por cierto, dudo que sea éste.

Una paradita, un poco de agua y a seguir andando...


Un poco más arriba, la pista se estrecha hasta convertirse en un senderito entre escobas. Eso sí, siempre muy cómodo.
Ahora sí que no queda nada...


...la última rampa, ya con un rosario de gente bastante considerable...
...y en dos horitas nos plantamos en la cima. Bastante concurrida. La verdad es que hacía mucho que no me encontraba a tanta gente en una cumbre. Será porque últimamente hemos escogido montañas poco frecuentadas o más alejadas de Madrid o menos asequibles o no era puente... o todo esto junto.

Vídeo de la cima...


...en la que permanecimos el tiempo justo para hacernos una foto. Demasiada gente. Y nos fuimos hacia la cresta de los Claveles para completar una bonita ruta circular.

Continuamos por un caos de bloques de piedra bien señalizado por mojones que rodea el Risco de los Claveles por la izquierda, o sea por el norte.
Raquel nos esperó abajo mientras Andrés y yo hacíamos un ataque relámpago a la cima para hacernos la foto de rigor que sacó Raquel desde abajo donde nos esperaba. Como veis todo en la vida es cíclico.
Ahora el sendero iba cerca de la vertical vertiente este de esta sierra. Abajo aparecía ya la Laguna de los Pájaros.
Ya no nos quedaba nada, el descenso era cómodo y las vistas del valle de Lozoya (los graciosos absténganse de hacer rimas fáciles, por favor) eran inmejorables.
Un contraluz forzadito pero chulo de la laguna con los Claveles al fondo.
Llegados a este punto, una horita después de abandonar la cima de Peñalara, nos tumbamos en la hierba, sacamos los bocadillos de tortilla adquiridos a tal efecto y los degustamos como buenos domingueros escuchando los gritos de los niños de una familia que había acampado cerca de nosotros.
En un momento dado, Andrés me pidió la cámara y se consagró con una fotografía rebosante de sensibilidad que se ha merecido un lugar en este humilde blog. Qué chico éste, toca la guitarra, lee a los clásicos y además hace buenas fotos... si es que tenemos una joyita.
Como el sol empezaba a caer y la temperatura con él. Reemprendimos la marcha siguiendo los hitos bajo la cresta sobre la que acabábamos de caminar y decidimos volver por aquí cuando haya nieve.
El caminito nos llevaba por bonitos parajes, como éste en el que por fin pude salir de dudas y confirmar que Andrés no es un vampiro, es que tanto salir por la noche me tenía con la mosca detrás de la oreja.

Otra horita y llegamos al puente de madera sobre el arroyo que desagua de la laguna grande...

...y continuamos por el sendero entre pinares, otra vez repleto de gente.
La suave luz del atardecer acariciaba los pinares al finalizar nuestra ruta...
...que se parecía bastante a la Calle Mayor de Palencia un domingo después de misa. Esto me produce sentimientos encontrados. Por un lado, me alegra que haya tanta gente que disfruta con la naturaleza y las montañas, aunque encontré demasiadas colillas y pañuelos de papel por ahí tirados... pero por otro, echo de menos la soledad de zonas menos frecuentadas. Por cierto, preciosa toda esta zona, hay que volver con la bici de montaña.
Y para terminar, aquí dejo la ruta aproximada que hicimos para quien le pueda interesar.