miércoles, 7 de diciembre de 2011

Explorando las alturas de Treviño: el monte Cerro (900m.)

Tras una amenaza directa de Borjita insinuando que nos quitaría el título de Nisios por vagos, comenzaremos a escribir las últimas montañas y picos que hemos estado haciendo Jorgito y la que escribe. En los últimos meses hemos alcanzado cimas muy diversas; tenemos pendiente contaros una gran proeza en Ecuador, el Cotopaxi, varias montañas del País Vasco y otras cuantas de los alrededores de Miranda de Ebro y puestos a soñar, cualquier día echándole un poco de memoria, hasta esa expedición ciclo nisio-ramflojista por Cuba. pero esa es otra historia . Hoy comienzo por el final, la que hemos realizado este fin de semana, porque por fin se ha estrenado en esto de la montaña el nisio más joven del grupo: ¡¡Mateo!!, con permiso de Alvarito, claro.

El principal objetivo de esta ruta era probar la mochila de niño que nos regalaron así que decidimos dar un paseín muy sencillito, el monte Cerro (900 metros), que también es conocido como el techo del Condado de Treviño. Ahí es nada.

La ruta comienza en la localidad de Treviño, así que hasta allí nos dirigimos con el coche Jorgito, Mateo, Laura y Marcelo (que cada vez se van animando más a esto de las montañas, es la segunda vez que se deciden a acompañarnos) y yo.

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Dejamos la furgoneta y comenzamos a caminar por una pista de asfalto situada junto al río Ayuda. De momento Mateo estaba encantado con la idea de ir por primera vez a la montaña.

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El camino enseguida se convierte en una pista de tierra que va ascendiendo suavemente por la ladera.

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En este primer tramo el paisaje está formado por campos de cereal y, poco a poco, van apareciendo pinos de repoblación. Mateo, detrás de Jorgito, va descubriendo poco a poco las maravillas de las naturaleza.

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El camino es muy evidente y la ruta sencilla, sólo tenemos una pequeña complicación: el barro. Con cada paso nuestras botas van cargándose más y más de barro hasta que tienes que parar para limpiarte si no quieres cargar con dos kilos más de peso en cada pierna.

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A medida que vamos subiendo por la pista, los pinos se van mezclando con bosquetes de robles y hayas y el paisaje adquiere un poco más de colorido

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Una de las cosas más llamativas del paraje es la procesionaria, que afecta a casi toda la población de pinos que nos vamos encontrando en el recorrido. Además, algunas están a muy baja altura, lo que nos permite contemplar de cerca esta plaga que arrasa con todo lo que se le pone por delante.

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Tras caminar durante una hora aproximadamente por la pista de tierra el terreno pierde pendiente y ya sólo queda continuar por el collado de Pozarrate hasta la cima. En este punto ya se pueden contemplar unas vistas muy buenas de todos los alrededores de la zona.

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Tras una hora larga de caminata por fin llegamos a nuestro destino

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la cima del monte Cerro, donde, además del buzón del club Iturribero
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nos encontramos con una enorme torre de observación y un vértice geodésico.

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Las vistas mejoran más si cabe y se pueden ver perfectamente los montes de Vitoria, los bosques del Parque de Izki, la Sierra de Cantabria, los Obarenes e, incluso, La Demanda, que aparecía ya con algo de nieve.

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Pues nada, para no perder la tradición, nos hacemos la foto de grupo.

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Mateo estaba dormido, así que no vale, hay que repetir, esta vez, una foto de familia...

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Mateo se ha portado como un campeón, ha demostrado que lleva esto de la montaña en los genes, así que nos pide que le hagamos una foto de su primera cima a él solito... ¿Acaso nos os recuerda a Larramendi en una de sus expediciones polares?

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Una última foto con su padre, que para eso le ha ayudado a subir hasta arriba
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Y a reponer fuerzas antes de comenzar el descenso.

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Ahora lo que queda es desandar lo andado, así que nos ponemos en marcha...

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Una ruta sencilla, sin complicaciones y apta para todo el mundo, que además cuenta con unas vistas preciosas tanto en la cima como durante toda la bajada

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En unos tres cuartos de hora estamos de nuevo en Treviño, un enclave burgalés que pide ser reconocido como parte de Álava desde hace más de tres siglos y medio.

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Una vez finalizada la ruta, decidimos darnos un paseo por la localidad y conocer así un poco mejor este pequeño pueblo del que tanto se habla por la situación geográfica que tiene. Treviño es muy pequeñito, pero tiene una arquitectura muy interesante donde destaca sobre todo la enorme iglesia ubicada en el centro del pueblo.

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Las calles también tienen su encanto, estrechas y empedradas recuerdan más a los pueblos vascos que a los burgaleses.

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Y como no podía ser de otro modo, terminamos la jornada montañera con las tradicionales cervezas que nunca pueden faltar. Mateo también se quería apuntar a la fiesta, no hay duda el espíritu nisio comienza a enraizarse en su anatomía. Pero de momento, le tocó tomar leche, otra vez será...

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Por cierto, el objetivo de la ruta salió perfecto: la mochila de Mateo es muy cómoda y cumple su función con creces.

5 comentarios:

Borja dijo...

Bueno, bueno, pues habrá que hacer camisetas talla XXXXXS para la nueva hornada de montañeros nisios!!

SARITA dijo...

Martita, Mateo está para comérselo, guapo de verdad... por cierto, se parece un montón a tí... Felicidades por la ascensión y por vuestro estreno como padres.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Soy Mari, la del hielo sur. ¡ Qué crío más majo ! Y menuda fotocopia de Martita. Eso sí, vigilarlo de cerca porque con esa cara de vicio mirando la cerveza.... Feliz año y besos para toda la family.

Martita dijo...

Mari! qué ilusión saber de vosotros! espero que todo os vaya muy bien, nosotros de momento felices como perdices con el retoñin, aunque continuamos disfrutando de las montañas y la vida de aventura!!!! feliz año y muchos besos para ti e Iñaki de parte de Jorge, Mateo y mios.
Sarita, muchas gracias por tu comentario! aunque yo le veo clavadito a su padre, je,je...

Anónimo dijo...

Enhorabuena a todas y todos, especialmente a Mateo por su bautismo. Hace mucho que no me pasaba por vuestro blog, ya no me acordaba lo bien que os lo pasáis (y nos lo hacéis pasar). Estoy deseando que llegue la crónica del Cotopaxi, yo estuve en Ecuador hace dos veranos y me quedé con las ganas. Saludos desde Madrid!