Las montañas salen de la niebla húmedas de rocío, por la noche ha nevado en las cumbres, lo veo desde mi ventana, tomo una ducha, pasarán semanas hasta que vuelva hacerlo y pienso es una buena mañana para comenzar. Afuera los coches todo terreno esperan.
En la puerta del hotel, con mi traje local, no ofrezco lugar a dudas, todos me hablan en Urdú, me agrada. Coloco mi mochila en un coche que me hace gracia por sus cortinas y estampados, me subo y me preparo para asimilar lo que viene. “Un hombre sale de viaje y es otro quien regresa…” que a gusto se queda uno escribiendo estas frases, no me extraña que la gente plagie tanto…Hace frío, sensación que se agranda con la emoción, por un carretera asfaltada llegamos a unas casas y compramos bebidas para el camino. Aquí Samander Khan, nuestro guía y oficial de enlace, mi hermano.
Los coches traquetean camino de Arandu, como soy experto me duermo a ratos y cada vez que abro los ojos me sorprendo.
Si paramos a disfrutar de todos los rincones, no llegaríamos nunca. La tranquilidad de los pastos contrasta con los agresivos filos de los picos.
Los torrentes inundan los caminos haciendo de nuestro avance una auténtica aventura.
Son situaciones que harían las delicias de un fotógrafo hábil, como no es el caso, me limito a tratar de no mojarme al sacar la instantánea…
Pero dentro de cúmulo de actividades que nos depara la jornada, también tenemos momentos para especialistas en sortear abismos. Entre risas flojas comentábamos lo poco oportuno que sería un fallo en los frenos.
Tan pronto nos acostumbrábamos al precipicio, aparecía un problema en el camino. El conductor aprovechaba para demostrar sus habilidades.
Algunas veces la situación era más compleja. Pero la solución era rápida, en cuestión de segundos, la gente se aglutina alrededor, todos tienen vocación de ingeniero y rápidamente se ponen a la obra, amontonan los cantos a la vez que opinan sobre la colocación óptima de las piedras, al momento continuamos camino.
Los puentes, también protagonizan buen número de postales. Los cables colgando nos hacen dudar sobre la homologación de los mismos.
Se cruzan lentamente, así podemos disfrutar mejor del balanceo…
Cruzamos aldeas, los niños corren a nuestro lado riéndose. Han pasado más de siete horas desde que salimos. Paradita y fonda…nos traen una masa de maíz que comen con los dedos. Yo me siento y como también. Es muy seca, pienso en tener que comer lo mismo todos los días. Somos afortunados.
Poco a poco los caminos son menos transitables y vemos menos gente en sus bordes, es agradable la sensación de sentir que uno se adentra en lugares ignotos.
Al final del camino, el último escollo parece insalvable, el río está muy crecido y no vemos lugar para cruzar. Los conductores se ponen nerviosos, no se atreven. Buscamos un buen lugar para vadear.
Uno de los jeeps se lanza valiente y se queda atrapado. La gente del pueblo se acerca a mirar. Entre risas se meten en el río a sacar el coche. Decido cruzar a pie, el agua es gélida, pronto descubro que camino con el agua por encima de las rodillas entre piedras y bloques de hielo. El río viene del desagüe de un glaciar próximo.
Cuando llego a la otra orilla, han pasado varios minutos desde que deje de sentir los pies. Me sorprendo del aguante de un par de tipos que están sacando el coche agua. Un conductor que observa lo ocurrido, nos demuestra una habilidad especial para este tipo de situaciones. Alentado por los aplausos del personal, decide transportar los petates primero y a la gente después.
Ya estamos!!! Una pequeña caminata y llegamos a Arandu. En la imagen intento mimetizarme con el ambiente.
El lugar es fantástico. Hemos subido a una máquina del tiempo. Enormes montañas nos rodean, el poblado se sitúa entre dos glaciares, una buena nevera. Por uno de ellos, el Chogolungma, discurre nuestra ruta hasta el campo base.
Nos han preparado un pequeño recibimiento, en la foto Manuel, Lola, Jonás junto a Rossi y Hassan nuestros guías de altura.
Una hermosa luz nos envolvía.
De camino al campamento, me lo tomo una vez más, con calma.
Nuestro campamento se encontraba al otro lado del río, llegamos cruzando un elegante puente.
Los lugareños vienen a pasar la tarde con nosotros, no suele venir mucha gente, dicen.
Pienso que pueblos similares a este, se distribuyen por las montañas, así hasta la frontera con Afganistán, allí donde caen las bombas. Me pregunto por qué estaremos tan locos.
Es un hermoso lugar.
Amanece un día soleado, todos tenemos ganas de empezar a caminar. Jonás y yo mantenemos nuestra idea de llegar al campo base al estilo autóctono. Después de probarnos unos petates elaborados con cuerdas y hierros, optamos por nuestras mochilas por razones evidentes…cierto es que las fotos hubieran quedado chulas, pero le tenemos demasiado cariño a nuestra espalda. ¿Cómo podrán aguantar? Es gente ruda.
Al fin comenzamos la caminata, al principio evitamos el glaciar subiendo caminando por la ladera del monte. Lo que nos permitía tener una bonita vista de Arandu.
A las primeras de cambio, el sendero nos obliga a sudar de lo lindo. A los porteadores, más. Jamás se valorará suficiente su labor. Esta espectacular foto, la saco el amigo Carlos Espinosa.
Aprovecho para sacarme una foto con la intención de encandilar a las seguidoras de Sandokán.
El enorme glaciar Chogolungma nos va mostrando sus gigantescas dimensiones según vamos ganado altura.
De pronto, a lo lejos, el Spantik, nuestro objetivo…menudo montañón…
Asombrados por el paisaje, el primer día de marcha pasa rápido. Los porteadores eligen un buen lugar para dormir. Unas pequeñas chozas de pastores, construidas cerca de un pequeño regato. El Spantik, al fondo.
Al momento, las tiendas están instaladas.
Aprovecho para mojarme en el regato y sestear. Está era la vista que tenía desde la piedra que había escogido para ese menester.
El sol se ocultó tras las montañas y la temperatura bajó considerablemente, al incorporarme vi al amigo Xavier sacando fotos. Aproveché el contraluz.
Tal y como es habitual en este planeta, unos minutos más tarde nos envolvió la noche y unas horas más tarde amaneció. Momento que Carlos inmortalizó de esta manera.
La mañana nos inspiraba momentos artísticos.
El Chogolungma es gigantesco, en el confluyen numerosos glaciares que descienden de montañas que en algunos casos sobrepasan los siete mil metros. Morrenas, seracks, sedimentos, todos esos nombres bailan en mi cabeza…si los curas me hubieran traído por aquí en lugar de llevarme al Valle de los Caídos, mis problemas con la geología en el colegio no habrían existido…
A veces el sendero discurre por la morrena, otras se interna en los hielos. Bajar hasta el glaciar supone ponerse en un compromiso, las piedras vuelan sobre nuestras cabezas, terreno inestable. Pasamos uno a uno y en algunos casos utilizamos la técnica Duffler de descenso por laderas que se desmoronan, técnica copiada por Chiquito de la Calzada en su famoso paso.
A la cámara de Jonás le sale humo, no es para menos… Samander, ¿cómo se llaman esas montañas? Samander, sonríe.
Hay que caminar despacio para ir aclimatando, perfecto nunca me gustaron las prisas. Otra paradita y charla con Carlos y Lola.
Ese espinazo de la derecha se ha de recorrer si se quiere llegar a la cima Spantik.
Otro día termina y los porteadores buscan un buen lugar para rezar. Es normal, si Dios existe, seguro que pasea por estos montes.
Cuántas veces habré envidiado las pomposas casas de campo que veía hojeando las revistas del corazón, esta vez la mía no la cambiaba por ninguna.
Y hasta aquí todo por hoy, no se pierdan el próximo capitulo en el que el nisio se adentra en el campo de hielos, que si el cambio climático no lo impide, serán eternos…
9 comentarios:
Vaya reportaje, me ha encantado por la manera de contarlo también. Tenéis madera de escritores los del Nisio Team. Un saludo.
Querido Andrés he de decirte que manejas con igual maestría las ancestrales artes de la lírica y la retórica y he de añadir, no sin agrado, que en últimos tiempos has hecho lo propio con la fotografía.
Compañero, me descubro ante usted.
Vamos, ¡que eres un fiera!
Estaba deseando que llegara la tercera parte de este magnífico reportaje. Totalmente deacuerdo con Borja. Las fotografias van empezando a hacer justicia a este "peazooooooo" de actividad...jejeje...un saludico, y a seguir así.
La foto de Sandokan me ha marcado. Seguimos esperando más fotos...
Uoooooo,,, que grande! Menuda pasa de lugar. Esas montañas son de libro!
Menudo viajecito... espero continuación compi.
Saludos!!
Andrés, nunca me habías contado lo del Valle de los Caídos, y tengo que enterarme ahora por la prensa... Por lode más, impresionante documento.
El fratello
Que pasadaaaa!! Yo quiero un viaje así, eterno!
Para cuándo la continuación??!!
Quiero adentrarme en el hielo cuanto antes jeje
¡Ay amigo Andrés, qué recuerdos!. Estoy esperando impaciente los próximos capítulos para ver si conseguimos subir a cumbre.
Xavier, el del contraluz
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