Varios amigos a los que considero poseedores de grandes virtudes en general y sensibilidad estética en particular, han coincidido en decirme que una de las cosas más espectaculares que han hecho en el monte es la archifamosa travesía Chamonix – Zermatt. Dado que el espíritu nisio tiende a la envidia, no es de extrañar que lleve varios meses con la idea de liar al Extreme Team y lanzarnos a esa aventura. Por ello, siguiendo las leyes básicas de las sucesiones, he decido empezar por el principio, aprendiendo a esquiar…Según cuenta la leyenda el ski moderno dio sus primeros pinitos en la zona de St. Antón, por qué no hacer lo mismo y comenzar yo a unos pocos kilómetros de allí, sobre todo cuando iba a tener a Manuel, un esquiador de primera, como profesor particular. Así a principios de febrero, me fui para allá. Coincidencias de fechas unidas a una clara incapacidad para duplicarme me impidieron estar en el Toubkal y en Austria a la vez, los nisios se desperdigaban sobre la faz de la tierra. De esta sales esquiando, me dijo Manuel después de darme la primer clase teórica mientras ponía las pieles de foca para aparecer en la foto de ésta guisa…
Sí, son mis primeros minutos sobre unas tablas de ski…El bueno de Manuel llevaba varios días en la zona y había seleccionado algunas rutas fáciles para comenzar sus clases. Lo que no me había comentado era la belleza del lugar…
Al otro lado de esas montañas, se encuentra Suiza… Una bonita ruta hubiera sido emular a la familia Trapp de Sonrisas y Lágrimas cruzando por algún collado. Pero eso, de momento, para mi es un imposible.
El objetivo de hoy era aprender a frenar, la famosa “cuña”. Para ello Manuel había elegido el camino va desde el pequeño pueblo de Tschagguns hasta el refugio de Lindauer Hütte a 1744metros.
Subir con las pieles de foca era sencillo, rápidamente adopte los consejos de Manuel para mejorar mi estilo. Además contemplaba un bonito paisaje.
No había buena luz, pero se disfrutaba igual.
Charlábamos alegremente, cada vez que perdía la concentración observaba como Manuel se alejaba deslizándose elegantemente. Hay que pillar la técnica.
La cosa no iba mal y poco a poco empecé a coger confianza olvidando que después tendría que bajar.
Poco a poco mis movimientos se hacían más fluidos, animado por los comentarios de Manuel.
Las montañas que cerraban el valle mostraban tremendos murallones.
Pronto nos adentramos en el bosque, mientras de vez en cuando caía algún copo.
Esta pala mas ancha es un buen lugar para que aprendas a girar…
Aquí poso fingiendo cierta soltura en el manejo de mis nuevos apéndices.
El terreno se volvió más pindio y Manuel se tenía que parar a esperarme. Las primeras gotas de sudor brotaron. El fluía entre los árboles, mientras yo me sentía torpe en las zonas estrechas y escabrosas.
La niebla y el refugio aparecieron casi a la vez.
Habíamos ascendido unos 1000 metros, pero con la novedad el tiempo pasó volando. La nieve comenzó a caer y por mi cara es evidente que todavía no me imaginaba la cantidad de hostias que me esperaban.
Pero que más da…Mirar que feliz iba yo…claro, el que no esté preparado para tropezar cuando aprende algo, es que no conoce como funciona la vida.
Y los últimos metros, ya sabéis pillar aire y poner cara de profesional indiferente, que nunca sabes quien te puede estar mirando desde una ventana.
En el refugio comimos y tomamos una cerveza, bueno dos, necesitaba ración doble para volverme más audaz. Quitamos las pieles, me puse el casco, escuché la lección, la memoricé, hice un croquis mental de la posición de la rodilla con la dichosa cuña, respiré profundamente, me coloqué y creo tardé unos quince segundos en caerme…Aquí una de tantas…
Pero la cuña la hacía, sí…
Cuando no me caía, me tiraba. No te sientes, no te sientes, no te eches para atrás…
Que paciencia tiene este hombre, por dios…pero gracias a ella le fui pillando el truco. Algo hizo también la sutileza de un comentario de Manuel. Aquí aprendes a frenar, si no lo haces…te estampas contra un pino seguro.
Y empecé a frenar…
El cuerpo es sabio, viendo lo que me costaba levantarme, poco a poco se fue adaptando a la nueva forma de viaje…
Cada vez iba mejor, así comencé a preguntarme ¿por qué no habría empezado antes a esquiar?
El último tramo era menos empinado y disfruté bastante.
Parece que vas dominando, relájate, suéltate…
Para llegar a las casas había una rampa bastante pronunciada, animado por Manuel, me atreví a bajarla pese a la posibilidad de que me tragara un puente o cayera directamente en un regato. Lo conseguí. Eso se refleja en la cara de felicidad con la que poso para la posteridad…misión cumplida…
La casita en las montañas, nos esperaba.
Al día siguiente, las clases continuaron en una pista de ski, en Golm. Amaneció un día espectacular.
Teníamos que andar un buen trecho desde la casa hasta la pista de nieve en la que estaban aparcados los coches, eso te permitía sacar fotos como ésta.
O esta…
Incluso había una vieja serrería…
Era un país bajo la nieve…
No me subí la cámara a la estación de ski de Golm y me arrepentí. Los paisajes eran fabulosos.
En las pistas, recuperé la costumbre de caerme. Manuel derrochaba paciencia infinita y me intentaba llevar hacia los lugares menos empinados. Pero hubo una castaña de dimensiones olímpicas…recuerdo que iba rápido o eso me parecía a mi teniendo en cuenta la velocidad a la que pasaban los demás esquiadores (probablemente los que iban a toda leche eran ellos, pero yo me amparo en las leyes de la relatividad y cuento la historia como me da la gana) en fin, que me caí y me hice daño. Continué esquiando pero al llegar a casa…
Esta fue mi compañera desde entonces. Al día siguiente amaneció nevando con fuerza y yo cojeaba alegremente.
En esas condiciones, no se podía hacer mucho…
Caminamos por el pueblo viendo como la gente se preparaba para el carnaval.
No nos pudimos aguantar y a pesar de mi cojera dimos un pequeño paseo por un bosque cercano…
El camino llevaba hacía una zona llamada Grabs, estaba señalizada como GR.
Es una buena ruta para hacer con raquetas…
Había que hacerla con más tiempo, pero esa es otra historia que ya os contaremos…
Sigue aquí
Sí, son mis primeros minutos sobre unas tablas de ski…El bueno de Manuel llevaba varios días en la zona y había seleccionado algunas rutas fáciles para comenzar sus clases. Lo que no me había comentado era la belleza del lugar…
Al otro lado de esas montañas, se encuentra Suiza… Una bonita ruta hubiera sido emular a la familia Trapp de Sonrisas y Lágrimas cruzando por algún collado. Pero eso, de momento, para mi es un imposible.
El objetivo de hoy era aprender a frenar, la famosa “cuña”. Para ello Manuel había elegido el camino va desde el pequeño pueblo de Tschagguns hasta el refugio de Lindauer Hütte a 1744metros.
Subir con las pieles de foca era sencillo, rápidamente adopte los consejos de Manuel para mejorar mi estilo. Además contemplaba un bonito paisaje.
No había buena luz, pero se disfrutaba igual.
Charlábamos alegremente, cada vez que perdía la concentración observaba como Manuel se alejaba deslizándose elegantemente. Hay que pillar la técnica.
La cosa no iba mal y poco a poco empecé a coger confianza olvidando que después tendría que bajar.
Poco a poco mis movimientos se hacían más fluidos, animado por los comentarios de Manuel.
Las montañas que cerraban el valle mostraban tremendos murallones.
Pronto nos adentramos en el bosque, mientras de vez en cuando caía algún copo.
Esta pala mas ancha es un buen lugar para que aprendas a girar…
Aquí poso fingiendo cierta soltura en el manejo de mis nuevos apéndices.
El terreno se volvió más pindio y Manuel se tenía que parar a esperarme. Las primeras gotas de sudor brotaron. El fluía entre los árboles, mientras yo me sentía torpe en las zonas estrechas y escabrosas.
La niebla y el refugio aparecieron casi a la vez.
Habíamos ascendido unos 1000 metros, pero con la novedad el tiempo pasó volando. La nieve comenzó a caer y por mi cara es evidente que todavía no me imaginaba la cantidad de hostias que me esperaban.
Pero que más da…Mirar que feliz iba yo…claro, el que no esté preparado para tropezar cuando aprende algo, es que no conoce como funciona la vida.
Y los últimos metros, ya sabéis pillar aire y poner cara de profesional indiferente, que nunca sabes quien te puede estar mirando desde una ventana.
En el refugio comimos y tomamos una cerveza, bueno dos, necesitaba ración doble para volverme más audaz. Quitamos las pieles, me puse el casco, escuché la lección, la memoricé, hice un croquis mental de la posición de la rodilla con la dichosa cuña, respiré profundamente, me coloqué y creo tardé unos quince segundos en caerme…Aquí una de tantas…
Pero la cuña la hacía, sí…
Cuando no me caía, me tiraba. No te sientes, no te sientes, no te eches para atrás…
Que paciencia tiene este hombre, por dios…pero gracias a ella le fui pillando el truco. Algo hizo también la sutileza de un comentario de Manuel. Aquí aprendes a frenar, si no lo haces…te estampas contra un pino seguro.
Y empecé a frenar…
El cuerpo es sabio, viendo lo que me costaba levantarme, poco a poco se fue adaptando a la nueva forma de viaje…
Cada vez iba mejor, así comencé a preguntarme ¿por qué no habría empezado antes a esquiar?
El último tramo era menos empinado y disfruté bastante.
Parece que vas dominando, relájate, suéltate…
Para llegar a las casas había una rampa bastante pronunciada, animado por Manuel, me atreví a bajarla pese a la posibilidad de que me tragara un puente o cayera directamente en un regato. Lo conseguí. Eso se refleja en la cara de felicidad con la que poso para la posteridad…misión cumplida…
La casita en las montañas, nos esperaba.
Al día siguiente, las clases continuaron en una pista de ski, en Golm. Amaneció un día espectacular.
Teníamos que andar un buen trecho desde la casa hasta la pista de nieve en la que estaban aparcados los coches, eso te permitía sacar fotos como ésta.
O esta…
Incluso había una vieja serrería…
Era un país bajo la nieve…
No me subí la cámara a la estación de ski de Golm y me arrepentí. Los paisajes eran fabulosos.
En las pistas, recuperé la costumbre de caerme. Manuel derrochaba paciencia infinita y me intentaba llevar hacia los lugares menos empinados. Pero hubo una castaña de dimensiones olímpicas…recuerdo que iba rápido o eso me parecía a mi teniendo en cuenta la velocidad a la que pasaban los demás esquiadores (probablemente los que iban a toda leche eran ellos, pero yo me amparo en las leyes de la relatividad y cuento la historia como me da la gana) en fin, que me caí y me hice daño. Continué esquiando pero al llegar a casa…
Esta fue mi compañera desde entonces. Al día siguiente amaneció nevando con fuerza y yo cojeaba alegremente.
En esas condiciones, no se podía hacer mucho…
Caminamos por el pueblo viendo como la gente se preparaba para el carnaval.
No nos pudimos aguantar y a pesar de mi cojera dimos un pequeño paseo por un bosque cercano…
El camino llevaba hacía una zona llamada Grabs, estaba señalizada como GR.
Es una buena ruta para hacer con raquetas…
Había que hacerla con más tiempo, pero esa es otra historia que ya os contaremos…
Sigue aquí
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6 comentarios:
Ahí estamos, compañero!!
Y conjuntando el color de las botas y el de la chupa!!
Qué profesional!!
Yo creo que en un par de lustros le pillamos el truco a esto de esquiar y la liamos parda.
Pues parece que mola, tengo yo que probar eso las tablas a ver que tal...jejeje. Que contraste la peña tan colorida, con todo tan blanquito..un saludico.
Mr. Churches!! cawen la mar esa rodilla...
Pero bueno, gozarias con esos montañones...
A ver cuando liamos un equipo Nisio de Ski Extremo,que le Borja ya debe ir a tumba abierta... jiji
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