La mañana siguiente no fue tan divertida para algunos como lo fue la noche y no voy a citar nombres para preservar la intimidad de las personas que, mientras no se demuestre lo contrario, es un derecho fundamental inherente al individuo.
Tras recoger el campamento y ligeros de equipaje, como decía el poeta, empezamos a andar. El material más pesado: crampones, botas de plástico, raquetas, tiendas de campaña, etc, lo llevaban en mulas, un pequeño lujo que agradecimos sobremanera en esta última etapa de
La Vuelta al Hielo Sur con Orejas
Al principio el camino discurría por un bonito bosque de
lengas...
El día era soleado, el sendero
llanito, el paisaje inigualable y la compañía inmejorable, así que andábamos sin prisa y entonando viejas canciones
campamentales. De vez en cuando algún
arroyuelo se nos cruzaba añadiendo un pequeño aliciente a nuestra marcha.
Pronto el camino empezó a subir y nos permitió echar la vista atrás para ver al fondo, a lo lejos, el Paso del Viento, el Glaciar Túnel y el camino que habíamos recorrido aquella mañana.
Y un poco más arriba empezó otra vez el espectáculo, Al lado del Cerro Solo, emergió la fálica cumbre del Torre...
...y un poco más adelante, otra vez. Atraía como un imán nuestras miradas y nuestras cámaras de fotos. Que quede constancia de que estuvimos allí. Si
Roy, el
replicante de Blade Runner, vio "cosas que vosotros no creeríais" como "atacar naves en llamas más allá de Orión" y "Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de
Tannhäuser", nosotros vimos tormentas blancas sacudiendo las paredes del Cerro Torre, qué pasa.
Eso fue un rato, claro. Luego, otra vez el bosque...
...y ahora justo delante del
Fitz Roy. Por cierto, que creo que cuatro chicos de
Liverpool nos han plagiado
descaradamente esta foto para la portada de un disco. Malditos
rockeros...
Y, por fin, después de caminar todo el día, llegamos de vuelta a El
Chaltén, de donde habíamos salido ocho días antes.
Permitidme que me ponga profundo, pero creo que ya no éramos los mismos. Éramos un poco más viejos, un poco más sabios y un poco más felices.
Lo primero que hicimos, casi sin quitarnos la mochila, fue tomarnos un helado. Después, al
hostel a pegarse una ducha calentita y a dormir en una cama, dos pequeños placeres a los que no se suele dar importancia en la vida diaria.
Tras un día de descanso, que algunos empleamos en tirarnos a la bartola con dedicación de amanuenses, nos fuimos de excursión al Lago del Desierto.
Viajecito en
minibús, paseo en barco y los paisajes acostumbrados...
...incluso algún momento de especial sensibilidad. Creo que convertiré esta foto en uno de esos
posters que incluyen una cita bíblica y que, por cierto, sólo he visto en los colegios de monjas.
Por la tarde, subimos a un otero desde el que tuvimos otras maravillosas vistas del Torre y el
Fitz, de los que ya nos despedimos.
El viaje continuó con las visitas a los lugares no por más turísticos menos impresionantes, como el glaciar Perito Moreno. De verdad, hay que verlo, porque incluso yo, que de natural soy de verbo fácil y además he sido educado en las más exigentes escuelas del hemisferio septentrional, no soy capaz de describirlo.
De vuelta en Buenos Aires, tuvimos un día y medio para ver la ciudad. Por supuesto, nos acercamos a ver el barrio de la Boca...
...y rematamos la faena rindiendo pleitesía al Diego, con una visita a la mítica
Bombonera, donde tantas glorias deportivas se gestaron.
Y eso es to... eso es to... eso es todo amigos. Así concluye de una vez por todas
La Vuelta la Hielo sur con Orejas
y continuaba diciendo aquello de: "lástima que terminó el festival de hoy, pronto volveremos con más diversiones..."
Pues eso, que espero que este relato haya sido del agrado de vuestras mercedes, porque era ésa y no otra la intención de este humilde montañero y contador de historias.
Sed buenos que la Virgen lo ve todo.
Por cierto, me he dado cuenta, tal vez demasiado tarde, de que en mi línea habitual de quedar como un impresentable no he mencionado a los compañeros argentinos en este viaje. El guía, Julián y los porteadores que llevaron la comida, las tiendas de campaña y en general el peso comunitario: Jordi, Santiago... vaya se me olvidan los nombres de todos. En fin, que muchas gracias por todo.
4 comentarios:
Diría algo, pero la envidia me corroe. A ver si luego se me pasa XDD
No te preocupes, compañero Quintín, yo estuve allí hace ya tanto tiempo que también me da envidia.
A ver si este año, por fin, me puedo acercar a Himalaya.
Sé bueno.
Por cierto, esa ascensión al Castelsapera es una firme candidata a los premios "the south face" del año que me acabo de inventar... a ver si abro una sección divertida con ese espíritu.
No creas que se me ha pasado la envidia, tormentas blancas sacudiendo las paredes del Cerro Torre, tengo pa un rato aún. Y la foto del Fitz Roy, rollo Beatles, muy graciosa. Y la de todas las agujas sin ninguna nube es increíble, deberías ponerla como cabecera de tu blog.
Del Castellsapera, pues que te voy a contar que no sepas, que al igual que cuando escalas en invierno en Groenlandia, cuando dispones de pocas horas de luz hay que aprovecharlas al límite.
Saludos
qué envidia, y yo ni una ventana en 48 h. Los domingos por la noche me encantan vuestras fotos y la ironía del buen vivir en las condiciones que nos dé la auténtica gana vivir. Amén. Y no sé qué hacias tú en colegio de monjas.
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