Era nuestra oportunidad para cubrir la etapa más decisiva de nuestro trekking, ésta:
Con la rapidez que nos hizo famosos en tantas otras ocasiones que no es el caso citar aquí, desmontamos el campamento y emprendimos la marcha remontando el glaciar Marconi.
Lo hicimos a buen ritmo dividiendo el grupo en tres cordadas cuando la subida se puso pindia.
Después de tres días metidos en una tienda de campaña, la gente disfrutó de la jornada. Aquí Mr.Churches y Jorgito, se hacen los remolones para salir en la foto buena, con la aguja Pollone al fondo.
Y por fin, tras franquear el Paso Marconi, un tramo de roca y, ante nuestros ojos: el Hielo Sur, la mayor masa de hielo existente en la Tierra después de Groenlandia, y de los polos, claro.
Con la boca abierta y sin poder apartar los ojos del horizonte nos calzamos las raquetas y empezamos a adentrarnos en el Hielo. Aquí, el gran Antonio Quero lidera la cordada en la que también iban Iñaki, Mari, Andrés e Íñigo. Al margen de la eminente belleza intrínseca de la imagen, si queréis echaros unas risas ponedle a esta escena la musiquilla de: "¡Ay hoooouu!", sí hombre, la de los enanitos de Blancanieves...
Así, en unas siete horas, nos detuvimos para establecer nuestro campamento. Para ello, construimos un muro con bloques de hielo para proteger las tiendas del viento...
...y tras una horita de trabajo así quedó, una bonita urbanización de plástico con vistas a la "infinidad blanca". Sí, vale, ya he soltado el tópico, ¡qué pasa! Y ahora voy y pongo otro más: "desierto helado", ¡hala! Ya me he quedado a gusto.
A la mañana siguiente, una pequeña ventisca se nos echó encima y otra vez con un poco de prisa desmontamos el campamento y nos dirigimos hacia el sur. Siempre con la referencia del Cordón Moreno a nuestra izquierda.
Y si delante de nosotros estaba lo suficientemente despejado como para poder ver este paisaje...
...a nuestra espalda, la cosa se estaba poniendo bastante mal y no se veía un carajo.
Pero la de ese día era una jornada corta, apenas tres horas para llegar al Circo de los Altares, uno de los lugares más mágicos que he visto en mi vida y, ojo, que yo he estado dos veces en Torremolinos.
Allí, con día medianamente bueno, mientras unos montaban el campamento...
...otros nos dedicábamos a posar para la posteridad en actitud sexy por el mero placer de alimentar nuestro ego.
Por supuesto, no faltó la foto con nuestro patrocinador oficioso, el Bar Llamas, en Salamanca, el único lugar de España en el que se ha detenido el tiempo, en lo que al precio de las copas se refiere.
Ya de paso, aprovechamos para hacer una en plan portada de disco de los Bee Gees para cuando saquemos nuestro primer LP: "Montañeros al filo de lo impresentable cantan en español"
Y así nos pasamos la tarde, admirando las vertiginosas agujas que teníamos delante que las nubes hacían aparecer y ocultarse ante nuestros ojos ...sólo el Cerro Torre se negaba a dejarnos ver su cima nevada. Al final, sólo por un segundo, la pudimos ver. Bueno, todos menos Íñigo, a quien sus conocidos narcisismo y vanidad le jugaron una mala pasada, ya que en ese momento prefirió salir así de guapo en esta foto.
Bueno, con esta sugerente imagen en la que se conjugan la belleza del planeta en el que nos ha tocado vivir hasta que nos lo carguemos y la elegancia y el saber estar de uno de sus más singulares habitantes nos despedimos hasta la próxima entrega de
2 comentarios:
Amigo y hermano, no disfrutaba tanto desde los relatos de Tío Matt, el Viajero, el de los Fraguel, que además no salía en todos los capítulos y sólo enviaba una postal.
Ya estaba bien de misticismos y encuentros en la tercera fase en lo que toda la vida se ha llamado irse al campo o de excursión.
Me dan mucha envidia vuestras entrañables salidas domingueras y os echo de menos.
Aprovecho, como en la radio cuando llaman los oyentes, para saludar a Iñaki y Mari y enviarles un abrazo, que he visto que han dado señales de vida.
En fin, que besos a todos.
Íñigo
El circo de los altares es una maravilla. El verse rodeado de blanco en sólido y gaseoso por todas partes es estremecedor.
No creas que no me dais cierta envidia sanísima.
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