lunes, 16 de abril de 2007

Hielo Sur, Patagonia. Enero 2005. 1ª Parte

En el mes de enero del año 2005, cuatro aguerridos montañeros, patrocinados por el Bar Llamas, emprendieron una expedición que les llevaría a uno de los confines más remotos del planeta Tierra: la Patagonia, y más lejos aún: el Hielo Continental Sur un lugar tan impresionante como inaccesible que muy pocos afortunados consiguen hollar... qué lástima que esto no tenga música porque quedaría mucho más molón con un ¡ta-ta-chaaan! de fondo.
En fin, este viaje nos llevó sitios como el de abajo: el Circo de los Altares, donde se levanta el Cerro Torre, una de las montañas más inexpugnables del mundo, que nosotros, por supuesto vimos desde abajo.
De izquierda a derecha, los valientes de la foto son Andrés Iglesias, más conocido como Mr.Churches; mis hermanos Íñigo y Jorgito, un servidor de ustedes y Jesús Calleja, a quien conocimos en esta expedición, fue el guía que nos acompañó, y que ahora anda metido en su Desafío Extremo, que podéis seguir en la página web adjuntada al margen.


En la foto ut supra, aparecemos sonrientes, pero no todo fue un camino de rosas, amigos, antes al contrario hubo momentos en los que nuestras vidas peligraron y solamente nuestra sobrehumana condición física y nuestra preparación psicológica nos permitieron... bueno, vale, me he pasado. Fueron ocho días de trekking bonito, medianamente exigente que nos condujo desde el pueblecito de El Chaltén hasta el Hielo Sur, franqueando el Paso Marconi, y de nuevo al punto de partida a través del Paso del Viento. Es la que los libros de historia conocen hoy como:
La Vuelta al Hielo Sur con orejas
y que otros expertos han dado en denominar:
¿Te gusta el gintonic con hielo?, pues te vas a hartar
La ruta que seguimos se puede ver en este mapa gentileza de Google Earth.



Tras doce horas de vuelo a Buenos Aires, y otras tres hasta Calafate con escala en Ushuaia, la ciudad más austral del planeta, la verdadera expedición comenzó, cómo no, con una animada charla en torno a unas cervezas. A falta de Mahous, buenas son Quilmes. Aquí empezamos a conocer al resto del grupo, todo gente maja, como el amigo Iñaki.



Al día siguiente, viajamos en autobús hasta El Chaltén por carreteras de ripio, con parada en sitios tan espectaculares como éste donde empezamos a descubrir la verdadera dimensión de la Patagonia. Ese cielo era así, juro que no he retocado la foto.


Y por fin, a lo lejos, el Fitz Roy, la montaña que íbamos a circundar a lo largo de ocho días, a cuyos pies se encuentra El Chaltén, el punto de partida de nuestro trekking.



Empleamos la tarde en pasear por las calles del pueblo, siempre bajo un intenso viento...


... y con la silueta del Fitz Roy y la aguja Poincenot recortándose en el horizonte.



A la mañana siguiente, por fin, abandonamos el coqueto hostel en el que nos alojábamos...

... y montamos en el minibus que nos evitó unos cuantos kilómetros de caminata.



Éste era el camino que nos esperaba la primera jornada.


Primero un tranquilo paseo por un bosque de lengas...



... hasta el refugio de la Piedra del Fraile, base de operaciones de los montañeros que van al Fitz, donde nosotros paramos para comer algo.



Allí nos cruzamos con un grupo que bajaba y que había estado cinco días esperando buen tiempo para cruzar el Paso Marconi y finalmente se dieron la vuelta. ¡qué buen rollo! A nosotros podía pasarnos lo mismo y que nuestro trekking se redujera a cinco días metidos en una tienda de campaña. De momento, proseguimos la marcha bajo una fina lluvia...



... hasta llegar al Lago Eléctrico. Al otro lado estableceríamos nuestro campamento, claro que antes tuvimos que cruzar el río Pollone, ése que baja por la izquierda. Los más observadores se habrán dado cuenta de que, efectivamente, no hay puente. Los más machotes se descalzaron y vadearon el río a puro huevo, los patrocinados por The South Face lo hicimos sin quitarnos las botas. ¡Pedazo invento el Gore-tex!, proclamo.



Así, montamos el campamento en un lugar conocido como La Playita, nada que ver con Benidorm, por cierto. Antes de la cena, el viento arrancó de cuajo y rompió una de las tiendas de campaña. La Patagonia nos recibía con su peor cara y todavía quedaba la noche... ¡tachaaaann!



A la mañana siguiente, el día amaneció aparentemente despejado en nuestro campamento, pero totalmente cubierto más arriba, en el Paso Marconi. Así que nos iba a tocar esperar, esperar y esperar... como en la peli de Casablanca.



Cuando dejaba de llover un poco salíamos de la tienda a estirar un poco las piernas y a que nos diera el aire. El viento levantaba el agua del Lago Eléctrico y permitía a Íñigo emular a Michael Jackson inclinando el cuerpo hacia adelante.



Y para matar el tiempo, que un día entero metido en una tienda da para mucho, un rato de lectura para hacerse el interesante. El lobo estepario, de Hesse, ahí es nada.



Tras más de 24 horas de espera, al amanecer nuestro gozo se fue de nuevo al pozo. El tiempo era incluso peor que el día anterior, pero cansados de la inactividad, decidimos hacer una excursión remontando el glaciar Marconi.



Ahí arriba, oculto por la niebla y azotado por vientos de más de 120 kilómetros por hora estaba el Paso Marconi. Imposible cruzarlo en esas condiciones. Estábamos obligados a esperar un día más. Si al día siguiente no mejoraba el tiempo, tendríamos que abandonar, las provisiones estaban justas, se nos acababan los días de reserva y, lo que es peor, una vez agotados los temas de conversación, los chistes de Chiquito de la Calzada proliferaban por doquier, lo que contribuía a minar aún más la maltrecha moral de la tropa.



¿Qué sucederá? ¿Podrán nuestros amigos proseguir su aventura? o por el contrario ¿tendrán que añadir esta expedición a la sección Al filo de lo impresentable?
¿Se impondría la cordura o finalizaríamos nuestros días entre horribles estertores y atroces improperios del tipo: "Pecadorr de la pradera", "Fistro", "te da cuén"...?
¿Realmente se expande el universo?¿Cómo es posible que a David Civera se le permitiera hacer un segundo disco?
...la respuesta a éstas y otras muchas preguntas en el próximo capítulo de...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Desde tiempos ancestrales, la historia no había contemplado gesta montañera como la narrada al filo de lo impresentable.
Espero ansioso nuevas entregas de la epopeya.
Un abrazo
Iñaki

Borja dijo...

Iñaki, compañero!
Tiempo sin saber de usted.
Lo que tenemos que hacer es volver a juntarnos y escribir nuevos capítulos en el mundo de la exploración, que siempre lo comento con Andrés, pero al final lo vamos dejando...
Un abrazo para ti y un beso para Mari.

Anónimo dijo...

Espero intrigada la continuación de esta historia. No puedo por menos de preguntarme: ¿qué casta especial tienen que tener los héroes capaces de estas hazañas?, ¿cuántos peligros sin cuento habrán tenido que enfrentar?, ¿qué secuelas psíquicas les habrá dejado semejante experiencia?. Bromas aparte, están muy simpáticas las historias, seguid en ello para disfrute de propios y extraños. Y te advierto que otros habrían hecho de este relato un auténtico drama épico. Más besos para ustedes vosotros.

Borja dijo...

Hola Mari:
Noto una fina ironía en tu comentario...
¿Acaso no recuerdas cuando estuviste a punto de fallecer engullida por una gigantesca grieta en el glaciar?
¿Y el siempre presente peligro que suponía convivir con el zorro plateado, siempre al acecho para caer obre su presa?
No ningunees nuestra hazaña, compañera, la historia sólo se acuerda de los héroes.
Un beso.
En serio, tenemso que quedar un día para dar un paseo aunque sea pa subir al Gorbea